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Cibererspacio Medieval

Hollywood abreva en fuentes antiquísimas cuando de convertir a la fantasía en realidad -y viceversa- se trata. Y Hollywood sabe bien lo que es la extensión de marca, y desde hace un par de décadas aprovecha la potencia infernal de los efectos especiales para hacer cada día mas verosímil lo inverosímil -además de melonear no solo a media sino a toda la humanidad.
Un lugar donde buscar los antecedentes mayúsculos -que muestran la continuidad entre los ojos «engañados/reinventados» de épocas precedentes y los nuestros- está enThe Pearly Gates of Cyberspace: A History of Space from Dante to the Internet de Margaret Wertheim (W.W. Norton & Company; 2000, ISBN: 0393320537 ).


Porque no hay nada mas patético que creer que la novedad o lo llamativo de hoy salió de un repollo. No hay experiencia, por mas high-tech que sea, que no tenga antecedentes y, sobretodo, un marco de aparición dado por preocupaciones ancestrales, por fascinaciones permanentes, y por esa capacidad tan humana de querer al mismo tiempo buscar la verdad, y buscar encantarnos con la ilusión -aun cuando decimos querer evitarla.

Con la realidad virtual, hoy un poco apolillada, pasó mucho de eso. Parecía que por fin habíamos encontrado la máquina de fabricar ilusiones permanentes. Aunque Jaron Lanier no se lo creyó nunca del todo, la industria del entretenimiento (con Disney a la cabeza y su experimento Aladino en Orlando como estandarte), hubo mas de uno que creyó que la realidad podría obviarse para siempre, porque la fantasía había llegado a tal grado de convencimiento, que las dos esferas se habrían vuelto indistinguibles.

Lo fascinante del tour emprendido por Margaret Wertheim es mirar mas allá de la tecnología de hoy, inscribiéndola en una matriz cultural ancestral. Justamente la originalidad de su planteo es que la realidad virtual (y lo mismo se podría decir de la tecnología digital en general) en vez de proyectarnos raudamente hacia el futuro, lo que en realidad hace es retroproyectarnos, llevándonos al pasado, mas específicamente devolviéndonos al mundo sobrecargado de imágenes y de objetos que conformaron el imaginario de los sueños medievales.

El mundo perfecto no nos aguarda como creíamos ingenuamente detrás de las puertas celestiales, sino en las autopistas en donde se estacionan las .com y las .net. En su tipología estamos haciendo una tercera transición. Primero pasamos del espacio de las almas (el mundo de Dante y de los medievalistas tardíos) al espacio de los cuerpos (el mundo de Newton y Einstein). Y en la ultima década o dos hemos hecho una retrotransición, caracterizada por el retorno a la espiritualidad perdida -solo que encarnada esta vez en los motores de representación de la high-tech.

Publicado enCiberculturas

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