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La timba de la bolsa es inmune a la sabiduria matemática

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Por algún motivo que habrá que desentrañar, los últimos años han sido prolíficos en estudios y análisis sobre el desencuentro entre la psicología y la economía (que probablemente aumente ya lo que estan de moda ahora son la neuroeconomia y el neuromarketing). Porque convengamos que no se trata de un feliz maridaje sino de la constatacion de un formidable desajuste -una vez mas- entre la sinrazón y la razón.


Aunque seguramente las raíces del tema se remonten a décadas -sino siglos atrás- los principales mojones del camino saltaron a la atención publica con la aparición del libro de Sylvie Nasar -convertido en la exitosa película que tiene como protagonistas a Russell Crow y la despampanante Jennifer Connolly Una mente maravillosa.. ver El verdadero John Nash, si es que hubo tal. Un amasijo de locura/brillantez/excentricidad

Porque reduciendo la película a un concepto -como nos enseño Julio Cabrera en Cine: 100 años de filosofía– de que otra cosa se trata allí -incluyendo en lugar destacado obviamente a las paranoias y las ilusiones- que de hasta que punto la conducta racional en economía no se basa sino sobre un trasfondo irracional -también en la economía- pero sobretodo en el equilibrio general de la mente.

Cuando hace un par de años atrás le dieron a Joseph Stieglitz el premio Nobel por el rol jugado en la asimetría en el acceso a la información como fuente de la rareza económica las cosas se fueron aclarando (Ver editorial del ILHN 2759 La sobreactuacion de los conversos Joseph Stiglitz en la Argentina ). Es decir empezamos a ver que la opacidad que rodea al comportamiento económico cada vez era menos epistemologica y mas ontológica- y ahora con el tercer ejemplo que daremos en esta edito ya empezamos a conformar una verdadera abducción convirtiendo el caso de la toma de decisiones económicas en una verdadera regla.

Por eso fue inevitable que no bien cayo bajo nuestra mirada Un matemático invierte en la bolsa de John Allen Paulos dijéramos papita para el buche e inmediatamente -a pesar de nuestra juramento hecho para traicionarlo de que no compraríamos mas libros- nos hiciéramos con en la FNAC de Madrid.

Porque Paulos aúna en si varios rasgos muy interesantes. Por un lado ser un divulgador apropiado de los arcanos matemáticos. Por el otro haber invertido inescrupulosamente y con resultados desastrosos en la gran timba de la bolsa telecomunicacional. Tercero por tener la sinceridad de contarlo tal como paso y de ese modo convertirse en una especie de Bateson convertido en alcohólico anónimo que se autoteoriza.

Quien sabia mucho de todas estas cosas y encima no se equivocaba era el gran John Maynard Keynes uno de los pocos economistas de primera A que gano carradas de plata jugando a la bolsa. Fue el quien con preclara lucidez insistió en que la posición de los inversores a corto plazo en la bolsa era muy parecida a la de los lectores de los concursos de belleza de los diarios de su época.

En ellos se ofrecía premios a aquellos que acertaran a las cinco chicas mas votadas por el conjunto de los lectores (algo parecido jugamos hoy cuando votamos murmurando del otro lado del televisor conjeturando quienes serán las finalistas de un concurso de belleza, lo hice yo desde el hotel el otro día con Miss Italia 2004).

Para ganar cada lector o espectador no debe dar demasiado peso al criterio personal sino escoger a las bellezas que suponemos que también los otros elegirán. Para decirlo con el tecnicismo simpático acuñado por Keynes cada lector debía anticiparse a lo que la opinión media esperaba que fuese la opinión media.

Paulos empieza justamente su libro recordando al maestro Keynes. Y el motivo de la publicación de esta nueva obra (Paulos gano en 1998 el premio al mejor libro 1998 del diario Los Angeles Times por su Erase una vez un numero) haciendo para las matemáticas lo que muchos otros hicieron en su momento para la física, la biología y la química.

Es decir aceptar el increíble dato/reto de que las personas mediana y hasta altamente inteligentes son (somos) analfabetos matemáticos. Aunque esto puede tener consecuencias mucho mas graves que frente a nuestra ignorancia de la biología o la química

Lo que realmente le da nervadura a esta obra es que todo partió -en este caso- de su dolorosa experiencia de haberse empecinado en invertir casi todos sus cuantiosos y bien ganado ahorros comprando acciones de la insensata WorldCom, la empresa del evangelista de las telcos Bernie Ebbers.

El punto de inflexión de su chifladura fue no solo haber comprado cantidades industriales de acciones de WorldCom cuando estas estaban mas que sobrevaloradas sino de no haber querido venderlas desde el momento en que empezaron a caer en picada.

La compra de mas títulos con el intento de recuperar lo perdido mostró asombrosamente ser una opción desastrosa por cuanto WorldCom inauguro la etapa la contabilidad creativa que arrastraría al descrédito y al desastre aun grupo numeroso de empresas como Enron, Vivendi… etc

Mientras musitamos esta ruminaciones el avión que nos devuelve a madre patria ya perforo ele espacio aéreo uruguayo y en una media hora mas aterrizara en Ezeiza. El viaje fue pasable con una comida mediocre pero comestible. Y la proyección de la ultima película Harry Potter que me aburrió a los diez minutos me regaló unas 6 horas intermitentes de sueño, mas que necesarias, en una semana que se viene tensa y con mucha actividad.

Pero Paulos no se dedica en esta obra al autoanalisis silvestre sino que pone de manifiesto las paradojas que implica invertir en la bolsa -destruyendo de este modo el mito de la bolsa como un dispositivo racional que constituye la columna vertebral del financiamiento de la inversión en el capitalismo.

Apropiándose de Karl Kraus en contra de Freud insiste en que el psicoanalisis era esa enfermedad mental que consideraba que era al propio tiempo su propia cura. En La Bolsa las cosas no son muy distintas. Porque las opiniones de los inversores acerca de los valores o del sistema para elegirlos termina convirtiéndose en una profecía que se cumple a si misma.

Como bien nos lo demostró el precoz Brett Leonard (contado por el hoy ya olvidado Next The Future Just Happened de Michael Lewis) si mucha gente decide creer en un titulo (y alguien los induce y ayuda) entonces el precio sube y su opinión queda justificada.

El comportamiento de las masas altera toda las consideraciones y un dato económico -por mas inventado que sea- o un rumor es relevante si la gente lo cree así. Ante este panorama la posibilidad de imaginar una decisión racional de inversión se ve muy trastocada.

Las preguntas tradicionales de si el análisis técnico de los valores bursátiles puede ayudarnos a conocer la psicología del inversor o de si debemos confiar en el azar (la ruleta) al tomar decisiones se ven seriamente amenazadas por los análisis de Paulos.

Porque en un arranque de sinceridad -seguramente matizado por su propio fracaso de inversor silvestre supuestamente blindado por sus conocimiento matemáticos- el autor descree de las ondas de Elliott, no les presta mayor confianza a la medias móviles, o al estudio de las tendencias. Y las cábalas de Warren Buffett o los números reales tampoco lo convencen en lo mas mínimo porque según el estado general del mercado se basa en la esperanza, los sueños y cierto romanticismo.

Volviendo a Nash y a Stiglitz el problema fundamental que hizo posible el crecimiento sin fin de los índices como el Nasdaq -que llevo correlativamente a la volatilizacion de 7 billones de dólares en el año 2000- es saber si se cumple o no la hipótesis de mercado eficiente de Eugene Fama de 1964 .

Según esta hipótesis las cotizaciones de los valores bursátiles llevan incorporada toda la información disponible en ese momento. El mercado ajustaría automáticamente los precios ante cualquier nueva información que solo puede ser conocida a posteriori.

He aquí el quid de la cuestión y el fondo de la paradoja. Si la información esta toda allí y la gente lo cree, no buscará nuevos datos y la hipótesis sobre el mercado que incorpora toda la información disponible será falsa. Pero, al revés, si los inversores se desesperan por conseguir nueva información esta se incorporará velozmente al precio y no analizaran nada mas porque la información ya estará en el precio de las acciones y la hipótesis será falsa.

Para que quede claro no es que los analistas de todos los métodos tradicionales no ganen plata, seguramente lo hacen pero no en mayor medida que lo que dictamina el índice general.

La triste conclusión de Paulos es que el mercado es bastante eficiente y que suele haber muy pocas oportunidades de ganar mucha plata sin riesgos -o sea que Fama tiene mas que razón.

Eso es lo que a diferencia de los juegos de azar puros todos deberíamos saber. Que la ventana de oportunidad existe, pero rara vez, y ademas que como bien decía Fred Hirsh (en Los limites sociales del crecimiento hace un cuarto de siglo en un contexto totalmente distinto cuando todos nos ponemos de pie nadie ve mas lejos.

Porque para Paulos la parodójica conclusión final es que la suerte juega un valor clave en las inversiones, que perseguir datos y análisis puede -pero solo en momentos afortunados- generar grandes rendimientos, pero que a su vez es un riesgo enorme el coste de conseguir nueva información adecuada.

Su recomendación suena al final tímida y previsible cuando imaginábamos opiniones mas arriesgadas y propuestas mas locas de alguien que se jugo todo y mal y que ahora viene a darnos una receta de alcohólico redimido. Ay ay ay estos conversos.

Porque insistir en invertir en fondos muy diversificados que impliquen bajos costes de acceso y mantenimiento, no exige mucha ciencia, ni demasiados conocimientos matemáticos, ni mayor conocimiento de l a teoría de las probabilidades, que en el libro de Paulos brillan por su presencia.

Ademas su linea final es de una candidez (propia ya sea de un matemático arrepentido por haberse dejado embriagar por sus propias fantasías, o de alguien que vive en el paraíso de la timba pero que no puede pensarlo como tal) a saber que escandalos como los de WorldCom o de Enron son los que mas atacan al mercado eficiente, porque matematicamente multiplican las incógnitas.

Decididamente estos buenos muchachos deberían pasarse alguna temporada en las pampas para descubrir en que consiste matematicamente multiplicar las incógnitas.

Paulos a veces suena como J.C. Pugliese cuando se quejaba amargamente de haberle hablado a los economistas con el corazón y estos haberle respondido con el bolsillo.

O mas cinicamente a Joe Martinez de Hoz que inaugura la actual etapa de la decadencia argentina cuando insistía que sus medida económicas eran matematicamente perfectas para los coreanos, solo que nosotros no nos parecíamos a ellos.

Referencias

La teoría de las ondas de Elliott

Eugene Fama vs Richard Thaler y los financistas del comportamiento

Publicado enMemetica

Un comentario

  1. santiago santiago

    4 años más tarde, tu nota recibe un comentario.

    Busqué timba financiera, queriendo saber cual es la media de las opiniones 🙂 acerca de si en la bolsa (especialmente la argentina, con poca capitalización) se puede hacer dinero con técnica o es todo timba… y hacer dinero es cuestión de suerte o tener un conocido que brinde información clave antes de tiempo…. o de quizás, anticipar el pensamiento medio del inversor 😀

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