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Convergencia mediática, cultura participativa e inteligencia colectiva

Conceptos emergentes para realidades emergentes

Habían pasado pocos días después del derrumbe de las Torres Gemelas a cargo de Bin Laden y sus secuaces, cuando los reporteros de CNN escandalizados y habiéndose vuelto propagandistas acérrimos del gobierno de USA, tomaron imágenes inverosímiles de muchedumbres antinorteamericanas enfervorizadas agitando pancartas, que representaban a Blas de Barrio Sésamo pegado junto a Osama Bin Laden.

Apenas los creadores de Barrio Sesamo vieron esos carteles amenazaron con emprender acciones legales (¿contra las multitudes?), sin darse cuenta de que esa asociación había nacido a partir de una imagen photoshopeada realizada por Dino Ignacio, un estudiante de secundaria filipino, como parte de una serie de imágenes pertenecientes a la colección «Blas es malo» (en otras aparecía al lado de Hitler, del Ku Klux Klan, del Unabomber y teniendo, mas gratificadamente, sexo con Pamela Anderson).

Cuando Dino vio el tole tole que se armó, insistió que su idea había sido siempre estar a prudencial distancia de los grandes medios -desactivando provisoriamente su sitio. En ese caso éstos volvieron a comerse una expresión pura de la contracultura mostrando la porosidad de los límites, el entrechoque de viejos y nuevos medios, el entrecruzamiento de los medios populares con los corporativos, y la forma en que el poder de los productores y consumidores mediáticos interacciona de modos impredecibles.

Aunque hay muchos que estan tematizando y bien estas cuestiones, nadie como Henry Jenkins tuvo el oportunismo y la clarividencia de hilvanar los tres conceptos del título mostrando con un grado de detalle y de amplitud que está en juego cuando estos tres memes de la convergencia, la participación y la colectivización de la inteligencia arden de consuno.

No fue el menor de los méritos de Jenkins haber derribado la falacia común tanto a las corporaciones como a sus críticos que suponen que la convergencia debe concebirse primero y principalmente como un proceso tecnológico que aglutina múltiples funciones mediáticas en los mismos aparatos.

Tecnoirreduccionismo

Para Jenkins, para Yudice, para Shirky, para otros críticos tecnoirreduccionistas como ellos, la convergencia es un cambio cultural, al animar a los consumidores a buscar nueva información y a establecer conexiones entre contenidos mediáticos dispersos. Nadie que quiera entender la industria cultural hoy puede hacerlo sino es desde el ángulo del trabajo/juego/ de reinvención de los espectadores en el nuevo sistema mediático -totalmente ortogonal a todas las concepciones dominantes de broadcast o irradiación.

Cultura participativa es el término que engloba esta nueva forma de coproducir mediaciones. La convergencia se produce en nuestras cabezas y en nuestras interacciones sociales. El consumo ha devenido colectivo, los lugares de la producción y el consumo se intercambian crecientemente. La suma del conocimiento individual supera ampliamente a la de los expertos. Hay que barajar y dar de nuevo. Las conductas van por el ascensor y los conceptos por la escalera.

Pero la inteligencia colectiva (algo sobre lo que Pierre Levy viene trabajando desde hace dos décadas y exploto en forma operativa en el desconocidísimo «Los árboles del conocimiento«) también puede/debe verse como una fuente alternativa de poder mediático. Curiosamente y por razones que cabe enumerar este poder hasta ahora solo se ha hecho efectivo en la cultura del entretenimiento, pero pronto lo veremos en universos mas serios, con la religión, la educación, el derecho, la política y el mundo militar y alli si que atájense Catalina.

No importa el formato, importa la búsqueda

El cine hace rato que se adueñó de los celulares aunque por estas latitudes no nos hayamos enterado. Hace una eternidad, en diciembre de 2004 que una película de Bollywood se proyecto en Delhi y alrededores usando EDGE con video streaming, mientras nosotros aquí seguimos deplorando el GPRS. Ya hay festivales de cine en móviles. Mientras las promesas/amenazas de Negroponte, Gilder & Co que imaginaban desde la transformación interneteana de la cultura de masas hasta su destrucción (en esos dipolos que ya nos aburren tanto y que oscilan entre el tecnoapocalipticismo y el tecnointegracionismo) no se han producido, y difícilmente ocurran.

Ni Internet borró el viejo orden analógico, ni la época dorada de las punto.com y la renovación práctico-conceptual que está significando la emergencia de las redes sociales es irrelevante o supone la descalificación del paradigma digital por sobrepromesa. Hay un poco de cada cosa, pero en el balance hay mas de todo, especialmente de situaciones cada vez mas complejas, inmanejables y confusas que se prestan tanto para el comentario socarrón, pero mucho mas para el desafío epistemológico, materia que nos entretiene y subyuga.

Entre el comentario socarrón y el desafío epistemológico

El proyecto Dead Media iniciado por Bruce Sterling hace mas de dos décadas -que tiene enterrados a casi tres centenares de aparatos hoy inconcebibles- como el fenaquistocopio, el telearmonio, el cilindro de cera de Edison, el estereoptico y tantos mas, es interesante como testimonio y al mismo tiempo revela cierto desconocimiento de gente de talento como Sterling (uno de los fundadores de la literatura cyberpunk) cuando de entender la dinámica cultural retroprogresiva se trata.

Porque los viejos medios nunca mueren. Lo que muere (y enloquece a mas de un informático hoy) son las herramientas que utilizamos para acceder al contenido de los medios (nunca más pude sacar la información metida en mis discos de 8 pulgadas grabados en 1980 entre los cuales está mi tesis de Master de la Universidad de Louisville). Las tecnologías de distribución son las que mueren, pero los medios evolucionan y cada vez se vuelven mas poderosos y mas encastrados entre si.

Always already new. Media, history and the data of culture

Segun Lisa Gitelman una de las investigadoras que mejor entiende estos fenómenos, aunque sea muy poco conocida reconocida, los medios poseen al menos dos dimensiones supuerpuestas. En un plano se trata de una tecnología que hace posible la comunicación, en el segundo se trata de un conjunto de protocolos asociados a prácticas sociales y culturales desarrollados alrededor de esa tecnología.

Los sistema se distribución son tecnologías en estado puro. Fue un error de diseño curricular garrafal cuando se inauguró nuestra materia de Procesamiento de Datos en el único plan de estudios jamás habido en Comunicación Social bautizándola como Taller de Procesamiento de Datos, Informática y Telemática. Y dedicarle cantidades importantes de lecturas y enfoques a las redes de satélites, a las tarjetas perforadas y a los microprocesadores.

Esta materia que es una de las mas sociales, concretas, incorporadas y aplicadas que hay en la carrera, quedó así sujeta a su reducción a una tecnología de distribución. Y así se entendió durante muchos años (y se lo sigue haciendo en otros ámbitos) a la propia Internet que se cree que ha evolucionado desde una autopista de la información a una maquina de software colaborativo.

En el camino perdimos de vista el núcleo del análisis de Gitelman que en términos de hábitos y de prácticas colaborativas, permite entender mucho mejor la mutación de los medios (la forma de envasar sus contenidos, su dinámica interna, su reapropiación y resignificación por parte de los consumidores y las industrias), que cualquier lectura reduccionista en términos de máquinas y herramientas, pero también en términos de necesidades culturales supuestas.

La Falacia de la Caja negra

Los contenidos de los medios varían (la TV se apropió de la narratividad de la radio y la convirtió en music box), los públicos cambian (el comic que era de elite en los 50 es ahora masivo), el status social cambia (el teatro y la opera antaño populares hoy se han convertido en artes de elite). Pero si un medio cumple con una funcionalidad expresiva y genera una ecología de la atención y de la comunicación viable, permanece indefinidamente como lo testimonia la grabacion de voz y sonido.

La noción de protocolo de Gitelman con su panoplia de actores, actantes, objetos vivos en la mejor tradición de Latour, es fundamental para entender las mutaciones culturales en curso, ya que lo que estamos comprobando es justamente la caída de ciertos protocolos y la emergencia de otros.

Si le prestamos debida atención a Latour y a Gitelman veremos que la fantasía de todas las comunicaciones pasando por un solo canal (la obsesión de Bill Gates pero también la de Steve Jobs) no es demasiado heurística, ni ayuda a imaginar futuros comunicacionales enriquecidos, porque antepone la dimensión tecnológica del medio a su capacidad de diseño sociocultural. Los cambios mediáticos son irreductibles a los cambios tecnológicos (lo mismo venimos diciendo en los ultimos meses de la educación siguiendo una formato de razonamiento parecido).

Según Jenkins debemos prepararnos para apilar y enredarnos cada vez con mas cables y cajas negras y no con menos de ellas, con la omipresencia de un dipolo convergencia/divergencia, y no con la madre de todas las armas comunicacionales, la transparencia comunciativa encarnada en Internet.

La convergencia no es el final sino el principio

Hay que analizar los procesos mediático-tecnológicos en curso mucho mas dinámicamente, recurriendo a muchas mas herramientas analíticas y lejos de toda mirada maniqueistas. Porque la convergencia altera la relación entre las tecnologías existentes, las industrias, los mercados, los géneros y el público. Estamos entrando en la era de la omnipresencia de los medios. La convergencia no ocurrirá cuando haya banda ancha de 30 Mb como está prometiendo Telefónica en España para noviembre del 2008 a 120 euros el me. Ni cuando los edificios inteligentes de Corea del Sur con 2Gb incrustados sancionen la venida del nuevo Prometeo. Esos son hitos tecnológicos, aquí nos interesan las mediaciones culturales.

La convergencia tecnológica está tan alimentada por el deseo humano como por la modificación profunda en las pautas de propiedad de la industria. Si Hollywood creyó que podría dominar el imaginario del mundo para siempre, los mogules de hoy que están poniendo huevos en todas las canastas de la industria del entretenimiento (películas, TV, música popular, jueguitos de computadora, sitios web, juguetes, parques temáticos, libros, comics etc., como es el caso de Warner Bros y de muchas otras compañías) revelan una vez mas la importancia de la noción de protocolo.

Basicamente lo que vemos pues entonces es tanto una nueva forma de producir como una nueva forma de consumir medios. Con consecuencias imprevisibles como las documentadas por la antropóloga Mizuko Ito (itofisher.com) acerca de la vida en pareja a teledistancia que ella denomina telereclusion.

Dinámicas contradictorias y simultáneas. La coexistencia de la cultura popular y la cultura corporativa

Invirtiendo la visión ingenua tradicional, la industria no lleva esta vez la delantera inventando necesidades para poder consumirlas a través suyo, sino que al revés son los cambios culturales, las batallas legales y las consolidaciones económicas las que dictan el paso a la industria precediendo a los cambios en la infraestructura (algo de esto consiguió Negroponte con el proyecto OLPC, cuya última versión acabo de ver en la casa de Varsavsky y ha mejorado enormemente respecto de lo que vimos en su momento).

El proyecto Flecha Amarilla, y el menos politicamente intencionado Hugs Free muestran en serio, o en broma, como es posible producir cultura global de abajo hacia arriba.

Cuando Michael Wesch insiste en que Gary Broslman el creador de Numa Numa, visto por mas de 600 millones de personas en el mundo -generando 69.000 replicas- fue el inventor del remixado global, lo está diciendo bien en serio.

Franquicias culturales, ¿la venganza de la industria o la potenciación del consumidor?

Mientras que las corporaciones son mas fuertes que nunca y no tiene empacho en agenciarse de esas herramientas (¿no lo hizo News Corp de Rupert Murdoch cuando se compró Myspace en 2006?) para consolidar su resquebrajada hegemonía.

Tres palabras claves generadas por la industria como son las de extensión (para abrir nuevos nichos), sinergía (capacidad de monetizarlos), franquicias (nuevos formatos de comercializacion de los contenidos) deben ser entendidas -y deconstruidas- si queremos hacer una critica inteligente del capitalismo, o mejor aun contribuir a su rediseño.

La obra de Jenkins y su análisis de las franquicias generadas a partir de American Idol y Survivor, Matrix y la Guerra de las galaxias, Harry Potter, Los Sims, todas las cuales han trascendido su medio original para influir en otros espacios de la producción cultural, provee un modelo de análisis rico y sofisticado para entender la coproducción (mezcla de aceptación y rechazo) de la cultura mediatica en curso.

De algunos de estos temas, aunque muy marginalmente hablamos en nuestra conferencia inaugural en Santiago de Compostela. Pusimos al trailer de Shine a Light en exerga , e intercalamos mas videos que nunca. Algo dijimos al final de como hacer ciencia despues de Google, pero nos quedaron inconclusos varios rizonas, nos faltó atacar mas el tema de la mediacion docente, debimos ilustrar mejor y mostrar como estan operando mas que bien los docentes en ciertos contextos usando tipologías y propuestas como las que estan desarollando Juan Freire, Carlos Neri, Carlos Lutzky, Karina Crespo y tantos otros como los miemrbos de Edutec con Julio Cabero y Jesus Salinas a la cabeza.

Algunas referencias

Entrevista que le hiciera a Jenkins en Boston

Segunda Parte

Weblog de Jenkins

Pagina de Jenkins

Muchisimas referencias linkeables de Jenkins a la Covergencia mediatica

Escueta pagina de la editorial que le tradujo el libro que estamos leyendo al
castellano

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5 comentarios

  1. Alejandro, muchas gracias, aqui encontre complementos importantes de lo que nos compartiste en Jalapa.
    Ya estamos produciendo sinergias para el XXV Aniversrio del Computo Infantil y Juvenil en México, ¡¡¡ convocaremos a algunos de nuestros Nativos a que nos ayuden aprender!!! , te invito a rediseñar nuestro Simposio ¿puedes?, saludos
    René

  2. Franquicias culturales, ¿la venganza de la industria o la potenciación del consumidor?

    Luego de leer tu nota que me pareció muy interesante , no pude dejar de relacionar el tema con un libro que leí hace poco.

    «La Era del Acceso», de Jeremy Rifkin. un libro editado en el año 2000 por la editorial Paidos.
    Trata acerca de como el capitalismo que viene se va armando sobre la idea de que todas nuestras interacciones van a ser experiencias de pago.
    Pasamos de ser vendedores-compradores a proveedores-consumidores.
    En definitiva se hace un mercado de la cultura y ahora tenes que pagar para acceder.
    Para la librería cúspide es un libro de Economía, pero a mi criterio es mas un libro tipo la tercera ola de Alvin Tofler.

    En algun lado se entrecruzan estos caminos, quizas en la convergencia…

    saludos
    un fotografo del futuro…

  3. […] nova informació i a establir connexions entre continguts mediàtics dispersos. I com assenyala Piscitelli cultura participativa és el terme que engloba aquesta nova forma de coproduir mediacions. La […]

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