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La brecha cognitivo/cultural crece cada día

Constelaciones de Walter Benjamin

Si no lo hubiese vista con mis propios ojos y no lo hubiese padecido con mi propio cuerpo, no lo hubiese creído jamás. Por suerte no fue premeditado, ni obedeció tampoco a ningún experimento sui géneris. Simplemente nuestro queridísimo amigo Marcos García del Media Lab Prado, nos comentó al pasar que Georges Didi-Huberman, iba a dar una conferencia a la noche en el Circulo de Bellas Artes en el marco de la exposición dedicada a Walter Benjamín.

Hace años que sigo las obras de Didi-Huberman, y el miércoles nomás había estado oteando su prolífica producción en la bellisima e increíblemente bien dotada Librería del Museo Reina Sofía con especial énfasis en dos textos canónicos como son Devant le temps, Minuit, 2000. Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, Adriana Hidalgo, 2006; L’Image survivante. Histoire de l’art et temps des fantômes selon Aby Warburg, Minuit, 2002. La imagen superviviente, Abada, 2009, dos volúmenes en los cuales Didi-Huberman, apoyándose en herejes iconofílicos como Aby Warburg, asi como en una visión fascinante de las imágenes, desbloqueadas de la lectura hagiográfica y sagrada de un Panofsky o de un Gombrich, va en una dirección mucho mas interesante, que no lo obliga a caer en el relativismo cultural o epocal, pero si en cambio que piensa y reubica las imágenes en términos de su «actualidad» mucho mas cercano a los intereses y propuestas de un Walter Benjamín.

Como toda idea está a un grado o dos de separación de las demás, y sin ninguna conexión directa con Didi-Hubernan el día anterior había comprado una extraña obra que venia en dos mitades.

Atlas cartográfico de las ideas de Walter Benjamín

La primera se llamaba insólitamente Atlas Constelaciones y traía un bello prólogo en el cual se insistía en la novedad radical del pensamiento de Benjamín de la mano de un montaje de imágenes sui generis rodeando a textos significativos -y viceversa, incluyendo un atlas cartográfico de las ideas de Walter Benjamín. La otra era mas rara aun: un compendio de los archivos de la obra de Benjamín.

A la segunda ni siquiera le preste atención, porque de una compré la primera ya que venia con un DVD y un CD y esa combinación me pareció lo suficientemente interesante como para seguir profundizando en los vericuetos, paradojas y confusiones del Paréntesis de Gutenberg.

Lo llamativo no habría de ser pues, volver a toparme a uno de los pocos autores con los que todavía hoy tengo una afinidad profunda, pero mas de piel que de conocimiento, como es Benjamin, sino enterarme de que ese libro en realidad era el catálogo de una exposición que estaba teniendo lugar en el Círculo de Bellas Artes en Madrid, adonde pensaba tomar un consabido café antes de dejar la ciudad después de un brevísimo sobrevuelo.

Todavía mas insólito resultó que esa misma tarde Didi-Huberman habría de pronunciar una conferencia en el mismo edificio. Mientras que la exposición acaecía en el subsuelo, la charla tendría lugar en el quinto, al lado de la sala en la cual participé en Mayo del ciclo Debate y Conocimiento organizado por la Fundaciòn Telefònica.

Asi que primero pasé por subsuelo y lo que ví no me llamó mayormente la atención, pero supongo que fue básicamente porque todo eso esta incluído en el DVD, así que solo era cuestión de esperar un rato para el inicio de la conferencia. Y alli sí fue el despiporre, porque aun llegando 15′ ante del inicio ya no cabía nadie sentado en una sala de unas 150 sillas. Y encima en ese intervalo siguió llegando gente que irresponsablemente los organizadores no filtraron, y al poco rato la sala se llenó con 100 personas mas.

Volviendo a los 17 o los estudiantes eternos que unos cuantos son

Lo recién llegados se sentarpn en el piso, al mejor estilo algarada universitaria, el aire se volvió irrespirable, por pocos minutos se entornaron las ventanas. Mientras, seguía entrando gente hasta que la presentadora con pocos minutos de retraso presentó a Didi-Huberman, quien después de sorprenderse por la masiva presencia de la concurrencia dijo un par de palabras de circunstancia y pasó en un pausado francés a exponer 5 tesis sobre Benjamin.

El público dividido entre estudiantes universitarios y profesores e investigadores ídem lo escuchaba arrobado, una vez mas el rito se había puesto en marcha, la palabra del experto dominaba a la audiencia, el encantamiento del broadcast conseguía su objetivo.

250 personas, cultas, críticas, problematizadoras, encima admiradoras de Benjamin, el mas lúcido de los críticos del presente y amante voraz de formas no textuales, se autorrediseñaban como público, entraban en somnolencia catártica e hipotecarían hora u hora y media de sus vidas (habría también una segunda oradora) para que gente mucho mas crítica y profunda que ellos, que no lo eran en poca medida) pudieran someterlos a la expurgación profana y a la hermenéutica salvadora.

Aguanté el ritual exactamente minuto y medio. Sorprendido y asustado por el poder melifluo de la convocatoria del Círculo, de la voz de Didi-Huberman, de las ideas de Benjamín en el backgound despictorizadas, huí despavorido después de haber confirmado que en la sala no había una sola computadora, que el wifi era inaccesible, que la gente tomaba notas, enfervorecidamente en laicos cuadernos (¿habría muchas Moleskines como las de @estocolmo?) y que me encontraba en las antípodas del #ebe10, el encuentro de blogueros de Sevilla.

Comunidades de interpretación divergentes. Por suerte

¿Y cuál es el problema si 100 o 1000 personas quieren escuchar arrobados a alguien? ¿Sobretodo si a lo mejor muchos son estudiantes de doctorado, y suman esa conferencia a esos créditos tan necesarios para ingresar en el circuito de la reproducción universitaria?

Si en el #ebe10 había habido una apología de lo digital, había traslucido una fascinación muchas veces ingenua en favor de la ideología blogguer, había descollado la sensación de pertenencia a una comunidad de iguales por el solo hecho de escribir en weblogs (una identidad que según varios ya no es lo que supo ser) , aquí se producía algo en sentido inverso, la pertenencia a la república de las letras, el endiosamiento de un Dios laico como Benjamín, el otorgamiento del poder divino de exégesis y terapéutica interpretativa a uno de sus sacerdotes mayores como es Didi-Huberman.

Lo raro es que Benjamín fue un pensador de síntesis, uno de los pocos creadores de primeros mediados del siglo XX, capaz con sus escritos fragmentarios, su amor por la imagen-choque, su devoción por el cine, su capacidad de ver en los fragmentos los hechos vectores de porvenir, un antipasivo por definición, un provocador por naturaleza, un instigador a la ruptura de formatos y convenciones. A distancia infinita de los rituales y las escuchas pacificadoras

Formatos son siempre destino

Pero el miércoles en el rito del Circulo de Bellas Artes se invocó su nombre para traicionarlo a pies juntillas. Mas allá de promesas y afectaciones, por enésima vez el formato de la conferencia pasteurizó sus intuiciones mas repulsivas y su desdén por la transmisión adocenada y meramente replicativa. Mientras nos esmerábamos en Buenos Aires con El Parentesis de Gutenberg por generar nuevas arquitectura de participación, el inicio ritual del miércoles nos hizo poner los pies en polvorosa.

Y ya estábamos por tirarnos al ascensor cuando descubrimos una salita anexa donde una pantalla mostraba algunos archivos de video en una Mac. Le pregunté a uno de los pocos asistentes de que iba la cosa, y me comentó que un cineasta experimental y su filósofo de cabecera hablarían acerca de los limites del cine.

Como necesitaba un buen baño en las imágenes después del bochorno vivido en la sala María Zambrano, hice una segunda y descabellada apuesta y me quede un rato. Estaba ansioso por ver algo de imagen, necesitaba sumergirme en bits y pixels, en fantasmas y turbulencias eidéticas, pero empezaron a correr los minutos y otra ves, sopa….

El filósofo nos anunció que el guión de la charla ya estaba armado, que la intervención sería una conversación de a dos, aunque retóricamente abrió una hendija para algún eventual aporte del público, y de vuelta empezó una chorrada de palabras y comentarios apologéticos, de ensalzamientos a mansalva que sonaban mas a palabras de amor (siempre bienvenidas), que a cualquier expectativa interesante de ver proyectada una obra, y que cada uno la interpretara al mejor postor, y no en cambio que necesitáramos de los pobres comentarios del autor para entenderlas/se y menos aun de un filósofo para ayudarnos a recibirlas.

El exorcismo oral de la imagen

Otra vez hubo que huir despavoridos, la preeminencia del discurso y de la palabra por sobre cualquier contacto directo, experiencia no mediada (o meditada) por los otros se vuelve imposible en este contexto. Y si en el #Ebe10 había visto un ultrísmo digital peligroso y poco consistente, en esta apología de la exégesis, de la letra y la palabra (refrendada por el mas reciente libro de Roger Darnton Las razones del libro. Futuro, presente, pasado) compruebo por enésima vez que la guerra por las ideas y las prácticas expresivas -tan bien balizadas por Alessandro Baricco en Los Bárbaros y por Brett Gaylor en Rip. The remix manifesto nos están llevando a una colisión epocal, sin ninguna voluntad de reconciliación alguna.

No importa que John Brockman venga trabajando desde hace 40 años en el diseño de una tercera cultura. No importa que la red tenga antecedentes en los hippies del flower power como bien mostró en John Markoff What the Dormouse Said: How the Sixties Counterculture Shaped the Personal Computer Industry, no importa que cada día encontremos a mas pioneros y antecesores de un pensamiento de síntesis.

Porque si bien hay que escribir obligadamente un libro que coyunte en extraña cabriola a Marshall McLuhan y a Walter Benjamín, a Jose Val del Omar y a Buckminster Fuller, lo cierto es que cada día se separa mas lo técnico de lo literario, la praxis de la poiesis, la reflexión del mero hacer, la imagen de la palabra.

Hechos portentosos, desafíos memeticos siderales y nosotros usando balas de goma

No importa que los epistemólogos nos bombardeen con sesudos ensayos como los compilados por Alvaro Peláez y Rodolfo Suárez en Observaciones filosóficas en torno a la transdisciplinariedad, o que voces bien intencionadas como las de Martha C. Nussbaum insistan en la necesidad de no perder de vista a las humanidades en su obra Sin fines de lucro Por qué la democracia necesita de las humanidades. Porquepor cada gesto bien intencionado de estos encontramos una resistencia brutal de dos corporaciones: la letrada por un lado (¿los viudos del libro?) y la teconofílica por el otro, los apolíneos y los pseudodionisíacos, los continuistas y los para-experimentalistas, los mainstreamers y los mini-marginalistas, los puristas y los hibridistasni tan tan ni muy muy, y la lista de neologismos, recombinaciones y alternativas se multiplican indefinidamente. Pero sin mayor interés o ilustración.

Como en algún lugar hay que anclar, para nosotros la divisoria no pasa por la elección entre papel o pantalla, entre imagen o palabra sino por la pertenencia, afiliación y defensa de las arquitecturas de control o las de participación. En este sentido y mas allá de declamaciones en contrario (¿o acaso hacer un uso wittgensteiniano de Benjamín como escalera para tirarla cuando lleguemos a su cima no seria el mejor ejemplo?), los rituales conferenciales solo promueven el autobombo de los autores o peor aun de sus exegetas (como es el caso de Didi-Huberman santificando a su Benjamín mas alla de su copertenencia de ambos al dominio de las imágenes actualizables), por encima de las posibilidades de reapropiación y de reinvención de las ideas fuerzas de un Benjamin según las necesidades, usos, lugares y formatos que a cada uno mejor quepa. Que ni los formatos conferencias, ni los formatos exposiciòn alientan o permiten.

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3 comentarios

  1. […] La brecha cognitivo/cultural crece cada día – …Como en algún lugar hay que anclar, para nosotros la divisoria no pasa por la elección entre papel o pantalla, entre imagen o palabra sino por la pertenencia, afiliación y defensa de las arquitecturas de control o las de participación. En este sentido y mas allá de declamaciones en contrario (¿o acaso hacer un uso wittgensteiniano de Benjamín como escalera para tirarla cuando lleguemos a su cima no seria el mejor ejemplo?), los rituales conferenciales solo promueven el autobombo de los autores o peor aun de sus exegetas… […]

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