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Arrimándonos muy de refilón a la magia de Marruecos

Imagen 3

No fue mi primera vez en Africa. Ya había pasado un tiempo en Dakar, otro tanto en Túnez en un par de visitas recientes, y lo mismo sucedió con Dubai y Riyahd. En todos esos lugares estuve mas o menos cerca del desierto, subí a algún camello, comí toneladas de appetizers locales, ví mujeres con más o menos velos, visité mezquitas, llegué a charlar con árabes vestidos en distinguidas túnicas blancas, y pude apreciar la belleza de sus construcciones (hermoso pueblo blanco Sidi Boud Said que visitamos con Alejandro Prince y Patricia Bertolotti), lo pretencioso de sus apuestas arquitectónicas (como la Kingdom Tower en Riyahd), y sobretodo la voluntad de hacerle pito catalán al desierto, a la pobreza y a la tradición e inventarse una Las Vegas de carne y hueso como es el caso de Dubai y sus mil y una fantasías hechas realidad empezando con el hotel vela Burj Al Arab y el edificio mal alto del mundo el Burj Kalifha.

Pero sin quitarle mérito a ninguna de estas sensaciones, faltó mucho en esas visitas anteriores para captar y apreciar algo mas profundo y mas auténtico de la Africa sentida. No se trataba de fechas ni de cargos, ni de lecciones de historia a la page, ni de guías mas o menos versátiles y poliglotas, capaces de transmitir en mayor detalle y con capacidad de traducción cultural algunos de los secretos imperecederos de la cultura árabe.

Mas allá de estarnos completamente vedada su lengua, la posibilidad de sumirnos en sus valores y deseos, en sus tradiciones y en sus acervos, en su sensibilidad y en su forma de vernos, condenada desde siempre al fracaso y al silencio, distanciados como estamos por de la comunicación directa, franca y transparente con ellos era una deuda que había que pagar.

Por eso una breve excursión a Marruecos (frustrada en Julio de 2009 por la enfermedad de Francis Pissani que me llevó a suplantarlo en Málaga -impidiéndonos llegar a Tánger y Fez- en la clase inaugural de los cursos de la UNIA) pudo llegar a ser el fiel que inclinara la balanza y decidiera de qué lado del mostrador estamos cuando queremos determinar cual es el nivel de «arabeidad» que tenemos en el cuerpo y en la mente.

Por suerte el momento, con 4 años de delay, llegó. Nuevamente (por suerte), como nos pasó cuando pisamos Pekín por primera vez, las impresiones iniciales no fueron las definitivas, cierto recelo que nos envolvió en el viaje del aeropuerto al hotel, una mala estimación de la supuesta mala centralidad de la ubicación de nuestro hotel (al final terminó estando a la vuelta del Sofitel Marrakech Lounge and Spa, una de las mecas del alojamiento local) y en general una sensación de «aqui no pasa nada», se desvaneció a las pocas horas.

Para ello se conjugaron una larga primera estancia en la Plaza Yamaa El Fna que aúlla marroqueidad especialmente por la tarde y la noche, un paneo desde las terrazas y una espectacular happy hour en Le Salama. Lo que terminó seduciéndonos de forma impar fue una combinación de olores, sonidos, edificación, ambientación, cortejo por parte de los locales y sobretodo cierta «gracia» que flota en el ambiente y que nos devuelve a un estado de alegría, de ganas, de proyectos y de bienestar que tanto necesitamos en estos días.

La clave para orientarnos estuvo como siempre en el Hop on Hop off, denominado aqui Bus Turistique. Lo tomamos la tarde que llegamos pero solo hizo un par de paradas ya que el último servicio corre demasiado temprano, pero al día siguiente hicimos el recorrido completo que tarda una hora para visitar los principales lugares dentro de la muralla y en la ciudad nueva (donde estábamos alojados en el Es Saadi Resort Gardens), y otra hora mas para pispear un poco en el Palmeraie.

Sin el delirio de Dubai, y en un contexto cultural totalmente distinto, Marrakech está dando el gran salto adelante como parte de la política del rey Mohammed VI de occidentalizar a su país a pasos forzados. Nos cruzamos con una turista boliviana que había estado aquí hace 18 años que nos repetía azorada como había pasado del mundo del antes al del después.

En su anterior viaje cuando sonaban las horas del rezo -y ello ocurre al menos 5 veces por día- toda la ciudad se paraba (hubiese sido maravilloso verlo) y la gente se bajaba de los buses a rezar. Pero esta secularización cuestionable (donde la productividad o el menefreguismo sustituyen a los rituales colectivos) se vio mas que recompensada por la liberación reciente de la mujer, la cual desde la promulgación de la Constitución de 2003 y enmiendas posteriores, ya no está forzada a casarse como parte de arreglos familiares, puede pasarle la nacionalidad a sus hijos si se casa con un extranjero, puede divorciarse y tiene una presencia publica (una de las conductoras del bus turístico era una mujer) impensables hace solo una década atrás.

El rey tiene sus problemas con el Frente Polisario, nos faltó mas información de primera mano para entender la situación local, pero lo que vimos nos gustó y motivó a seguir mirando y buscando.

En Marrakech llama la atención la limpieza, el estado de las construcciones, la solidez de la inmensa muralla, la cantidad infinita de taxis, motos y carruajes tirados por caballos, el parque cibernético, la imponente torre de La Koutoubia o mosquée des libraires, los cafés y negocios de Gueliz y la espectacularidad de la avenida Mohamed VI con la imponente Opera y la hermosisima estación de trenes.

También nos impactaron la altivez de La Mamounia, un hotel mitico fundado en los años 20 y restaurado en el 2008 por el ominipresente Jacques Garcia, y sobretodo los recovecos del barrio Hivernage, donde estábamos alojados, con increíbles hoteles como elSofitel (el bar alrededor de la pileta es imponente), el Delano (su terraza lounge de 360 grados brinda una vista de la ciudad impagable (literalmente) y el Hivernage Hotel Spa cuyo restaurante La Table du Marche visitamos.

También hicimos la consabida visita visita al Palmeraie un entorno increíble poblado hoy por 100.000 palmeras, pero que piensa escalar hasta las 500.000 y exhibe un trazado, unas villas y una opulencia que sorprenden muy mucho. Nada casualmente se estaba celebrando alli la reunión anual del African Development Bank.

Después de un par de dias la ciudad es pan comido, uno empieza a visitar recovecos, es capaz de atreverse a entrar a restaurantes invadidos por locales, probar las comidas típicas y sobretodo deambular horas y horas por los pasadizos, los infinitos caminos del zoco que aunque es similar al de otros países arabes tiene una disposición sobre la plaza Jamaa El Fna muy especial.

Marruecos es mucho mas que Marrakech, apenas la quinta ciudad en población -con su casi millòn de habitantes- muy por detrás de Casablanca y Rabat, pero para poder recorrerla como se debe se necesitan varias semanas, un coche, buenos mapas, así que nuestra estancia apenas incluyó un par de delicattesen locales como fueron la visita al Valle de Oukira, con momentos interesantes como la visita a la casa bereber, la insufrible estancia en las fábricas de aceite de Argan, un rico almuerzo a la vera del río (otros comensales literalmente estaban con los pies en el agua), y una visita a los altos de la cascada -de la que despues de hora y media de jugar a las escondidas con las rocas decliné hacer la escalada final. Previo juego con un camello de cuyo pero cariño no sabia nada, hasta que uno de estos Camelus bactrianus empezó a lamerme (primero gentilmente y después ya a los mordiscones) la cabeza.

Camello

Mucho mas interesante fue la visita a Essaouira (rebautizada como Mogador por los portugueses que la capturaron en el siglo XVI), un puerto local de fuertes vientos, que si bien necesita un montón de plata para ser restaurado al nivel de los pueblos costeros europeos, tiene de por si mucho encanto, una Medina muy bien organizada, y una cantidad llamativa de negocios de muy buen nivel alrededor de la muralla como para merecer una estancia de un par de días, seguramente. Por suerte comimos en uno de los restaurantes recomendados sobre la Playa, donde sentíamos estar a mitad de camino entre las playas del sur argentino, alguna playa del sur de Francia y el mar y la arena que siempre encantan tanto.

En el camino a Essauoira nos tocó vivir el momento místico del viaje. Adormilonados en una combi atestada de turistas (peor la pasaron los españoles de la primera fila, después de que astutamente probáramos el lugar y lo abandonaramos prestamente), el chofer paró por enésima vez para vendernos la foto de cada minuto.

No entendíamos mucho de qué se trataba porque lo único que había en la zona semiárida era un árbol, resfregándonos los ojos nos pareció ver objetos subidos al árbol, parecían animales de plástico, pero de pronto uno se movió, y también otro, suavemente, con delicadeza. Mientras se nos despegaban las lagañas nos dimos cuenta de qué se trataba. Eran cabras, subidas al árbol, no una o dos sino al menos una decena, y lo mas raro del caso es que estaban geométricamente dispuestas en distintos niveles, formando un arbolito de cabras al mejor estilo de los de navidad cargados de regalos (ver foto al inicio).

Apenas atinamos a sacar un par de malas fotos a la distancia, cuando el momento místico hubiese requerido bajarnos a los trotes del autobus, sacar las fotos de cerca y averiguar como cornos era posible que las cabras hubiese sido «stageadas» de una forma tan convincente y estética por parte de los pastores. Pero a nadie le llamó la cosa demasiado la atención y en seguida seguimos y tuvimos que recurrir a la Wikipedia y a YouTube (como de costumbre) para anoticiarnos que se trataba de las célebres cabras de Argan, y que este fenómeno único, cabras que se montan por si misma a estos árboles solo existe en este rincón del mundo.

No hubo tiempo para mucho mas, en estos viajes siempre se conoce gente interesante o inesperada, como un policía rumano que había estado estacionado en Luanda y ahora vivía en Marrakech, o turistas australianos de Adelaida que se iban a Normandia, o un nativo de Goa en la India casado con una inglesa que viajan 3 a 5 meses por año, just for the sake of it, o un argelino que vive en Boston desde hace 17 años, y que había vuelto a su país para casarse con una connacional a la que había seducido por skype, que recién casada hace unos meses y ya embarazada, jamas conoció USA pero no tiene miedo de transplantarse porque su lugar en el mundo esta junto a EL (chapeaux!).

Nos quedó el sinsabor de no poder conversar en bereber con los locales, de no haber participado de reuniones y encuentros en entornos menos turísticos, de saber mas de politica local, de recuperar las principales discusiones que entretienen a los marroquíes mas alla de este paraguas turistico y sobretodo de revisar la magia que Marrakech despertó en personajes como Paul Bowles hace exactamente 50 años como cuenta en Journey Through Morocco y cuyo legado local esta en Tánger.

O como Elias Canetti, Juan Goytisolo, y George Orwell que plasmaron sus testimonios en Marrakech in Red. The City through Writers’ Eyes de Barnaby Rogerson, que forma parte de una historia de encanto que desconocemos, pero que no hizo falta corroborar, para que nos allegáramos a esa región de Africa. A la que siempre veíamos desde 12.000 metros de altura en el mapa del avión rumbo a España y que por fin pudimos disfrutar en vivo y en directo. Volveremos. Código verde!

Publicado enAnaliticaculturalConvergencia CulturalCrónicasViajesVivencias

Un comentario

  1. Andrea Tortolano Andrea Tortolano

    Hola Alejandro! Me gustaría compartir el sitio que más me gustó de Marruecos, el que a mi criterio conserva la esencia y la magia de la región. Al sur de Marruecos, y en pleno desierto, se encuentra Ouarzazate, que se conoce como la Puerta del Desierto. Es una parada obligada en el camino que separa Marrakech del desierto del Sahara.
    En Ouarzazate podemos ver las viviendas de adobe típicas de los bereberes. Es un oasis color caramelo que se contrapone al celeste del cielo africano. Impresiona Ait Benhaddou, una ciudad fortificada o Kasbah bellamente conservada que ha sido declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
    Desde Ouarzazate a Boumalne, se extiende el árido valle del Dades, con casbas y pueblos fortificados singulares. Después de Tinghir, llegan las magníficas gargantas del Todra, cuyas paredes se van estrechando por encima de la propia cabeza (¡hasta 300 metros!).
    Ait Ben Haddou es una Kasbah (ciudad fortificada) situada 30 kilómetros antes de llegar a Ouarzazate desde Marrakech. Al igual que los estudios Atlas, la kasbah ha sido filmada en decenas de ocasiones, incluyendo grandes producciones como Lawrence de Arabia, Gladiator, La Momia y la Joya del Nilo. Estar allí te transporta inmediatamente a cualquier pasaje del Antiguo Testamento.
    Kasbah Taourirt, es otra ciudad fortificada en las inmediaciones de Ouarzazate. La edificación está construida de adobe, tiene torres almenadas y está considerada una de las kasbahs mejor conservadas de Marruecos.
    Cariños
    Andrea

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