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¿Cómo hacer para que el futuro inequitativo que llegó hace rato se vuelva un bien común (para muchos)?

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Estamos en una misión:
se nos llama a configurar la Tierra.
Novalis

Hemos perdido el futuro pero no podemos seguir perdiendo el tiempo.

En una obra reciente mas que concisa y certera Marina Garcés (2017) hace un análisis muy poco complaciente de la anti-ilustración propia del mundo contemporáneo. Si hace 200 años atrás el gran filosofo Immanuel Kant decía que la ilustración (la emancipación de la humanidad a través del conocimiento justo y la política libertaria) no era un estado sino una tarea, Garcés sostiene que la anti-ilustración actual no es un estado, es una guerra.

Autoritarismos, fascinación por lo pre-moderno (todo pasado fue mejor), retrotopías (Bauman, 2017) son el nombre del nuevo juego. La educación, el saber y la ciencia se hunden, si no proponen soluciones laborales, técnicas o económicas (solucionismo).

El saber no se concibe como camino para la mejora colectiva sino como un modo de concentrar privilegios en una sociedad de desigualdad creciente. Hemos renunciado a vislumbrar (es decir a diseñar) un futuro mejor. Y paralelamente tomamos (ingenuamente) como cierto lo que los medios -y mas recientemente- las plataformas sociales- venden como tal, usando el sambenito de la post-verdad (como si esta yaciera incólume en el pasado).

El pasado no es mas verdadero que el hoy, no hubo tiempos cercanos o remotos mejores que los nuestros (salvo como construcción retrotópica). La única verdad de la historia es que en todos los momentos hemos combatido la credulidad que nos oprime (la naturalización de las cosas y de las relaciones humanas).

Mas allá de sus promesas y presagios la ilustración que nos quiso liberar del “ancién regime” y de los modos pre-modernos de pensar y hacer fracasó estrepitosamente estrellándose en las guerras mundiales (Adorno y Horkheimer, 1998), al punto que uno de esos ilustrados autores de la Escuela de Frankfurt se hizo la desgarradora pregunta: ¿será posible volver a escribir poesía después de Auschwitz?

¿Es cierto que calamidad e ilustración son lo mismo? ¿Qué todo intento de liberación termina en formas de dominación mas terribles? ¿Qué las catástrofes son irreversibles, y que mejor que el mundo no cambie, porque cuando lo hace siempre es para peor?

¿Es cierto que el único futuro posible es un mundo smart para habitantes irremediablemente idiotas –sigue a los golpes Marina Garcés-. Por eso frente a la rendición del género humano a aprender y a auto-educarse mas dignamente ella propone una nueva ilustración radical.

Termina (allí donde nosotros empezaremos) su pequeño opúsculo de 70 páginas con cinco hipótesis y la que a nosotros mas nos moviliza es la 5ta cuando insiste en que hemos perdido el futuro pero no podemos seguir perdiendo el tiempo.

Modos de concebir/intervenir en el futuro

Hace exactamente 50 años atrás, en los inicios de la prospectiva moderna, un futurista llamado John MacHale (1969) rubricó una frase enigmática: “El futuro del pasado está en el futuro; el futuro del presente está en el pasado y el futuro del futuro está en el presente”.

Parece apenas un mero galimatías verbal, un juego de palabras mas ambicioso que sustancioso, mas provocativo que indicativo, de qué hacer con el futuro cuando avistamos en los últimos años una curiosa pendularidad entre una tecnología que cada día nos sorprende y motiva mas, y una economía y una política que no dan pie con bola, y que cierran los ojos a los años dorados del estado de bienestar, y parecen encaminarse a una nueva era de la desigualdad creciente como nos anticipaba Mariana Garcés.

Pero si desatamos el moño que McHale nos legó quizás podamos sacarle el jugo a la cita, y lo que es mas, podemos empezar a entender la complejidad y contradictoriedad en la que estamos viviendo en este mundo VUCA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo), con muchas mejores herramientas conceptuales y abordajes emocionales de los que contábamos en las eras precedentes, y sin embargo romas e impotentes para diseñar futuros.

Añoramos aquellas eras cuando todo parecía mas sencillo, cuando los problemas se resolvían a medias, pero mucho mejor que hoy (claro éramos la mitad o un cuarto de la población actual), o cuando la escuela y la formación educativa brindaban herramientas para ganarle al futuro y vivir cómodamente (o al menos mas cómodamente que hoy), en el presente, que siempre era mejor que el pasado.

Como una pléyade de futuristas nos enseñaron -entre ellos los mas emblemáticos como Bertrand de Jouvenel, Alvin Toffler, Gaston Berger; Herman Kahn; Michio Kaku; Ray Kurzweil y Buckminster Fuller– la prospectiva o la futurología no equivalen a predicciones acerca de lo que sucederá, sino que mas bien remiten a elecciones que debemos tomar ahora, acerca de lo que queremos que ocurra en las próximas décadas.

El futuro no es una incógnita sino que es una construcción, un estado de cosas que cincelamos y burilamos día a día, sobretodo en este momento de antilustración masiva (Trump mediante), cuando nos quieren convencer de que no hay mucho mas para hacer, salvo adecuarnos a lo que las circunstancias nos obliguen.

Si hay algo -y los países latinoamericanos descollamos en este defecto- que impide el progreso y el crecimiento es el desconocimiento (alojado en nuestro ADN cortoplacista cognitivo y emocional) de que el futuro es un heredero inevitable del presente.

Las decisiones que tomamos a diario deben romper con el pensamiento (y la acción y política inerciales) a fin de abrir una abanico de futuros muy bien inventariado por el Voroscopio es decir por una herramienta que inventa futuros con distinto grado de plausibilidad y certeza (Voros, 2017).

Ninguno de esos futuros ignora el pasado. El futuro está compuesto de pasado (vestigios que funcionan como datos experimentales para navegar el futuro) y de presente. Para inventar el futuro hay que reinventar el pasado, evitando que nos ancle en modelos indeseables e impracticables que son solo una mera continuación del pasado (o incluso la renuencia a desprendernos de ellos).

Por eso junto el futuro proyectado: el futuro de «línea de base» predeterminado, normal como siempre, extrapolado de «la continuación del pasado hasta el presente» existen muchos otros.

Futuros Potenciales: todo lo que está más allá del momento presente es un futuro potencial, e incluye el área «oscura» fuera de los bordes del cono que aún no podemos imaginar (todavía), y por lo tanto no somos conscientes de sus posibilidades.

Futuros Probables, basados en las tendencias actuales.

Futuros Plausibles, aquellos que creemos que «podrían» suceder basados en nuestra comprensión actual de cómo funciona el mundo (leyes físicas, procesos sociales, etc.).

Futuros Posibles: aquellos que creemos que «podrían» suceder, basados en algún conocimiento futuro que aún no poseemos, pero que podríamos poseer algún día (por ejemplo, vehículos que superan la velocidad de la luz).

Futuros Preferibles – aquellos que creemos que «deberían» o «deberían suceder» – juicios de valor normativos, a diferencia de los más arriba que son cognitivos.

Y, quizás el más importante de todos:

¡Futuros Absurdos! – estos son los futuros que juzgamos que son «imposibles», o que «nunca» sucederán inspirados en la Segunda Ley de Arthur C. Clarke: «la manera de descubrir los límites de lo posible es ir más allá de lo imposible» y en la segunda ley del futuro del futurista James A. (Jim) Dator «Cualquier idea útil sobre el futuro debería parecer ridícula«.

Curiosamente algunos de los cambios más importantes en la sociedad humana han surgido de planteos que se consideraban totalmente absuroas o tan obvios hoy, sin darnos cuenta de que cuando surgieron o se inventaron cambiaron al mundo en dos (antes y después)

¿Cómo llegamos a hoy?

Resumir la historia de la humanidad reciente en seis ejemplos (para poder imaginar hacia dónde vamos) aparte de ridículo puede parecer infantil. Sin embargo (lo mismo pasa con el presente) dentro de la miríada de acontecimientos y hechos dispersos que parecen hacer crujir cualquier mirada racional, hay siempre algunos signos o sondas que ordenan mucho y ayudan a pensar (y a hacer).

Tomemos el caso de las tecnologías en el sentido que nos gusta darles de conversaciones que cambian el mundo ayudando al bienestar humano. ¿Y si en vez de dispersarnos por infinitos campos, resúmenes y listas elegimos estratégicamente un puñado y a partir de ellas volvemos a contar cómo llegamos a ser quienes somos, con todas nuestras noblezas pero también con todas nuestras limitaciones.

Steven Johnson (2014) nos ayuda en esta tarea al centrarse en seis tecnologías inesperadas (y no como cualquier periodista apresurado supondría: el motor de combustión interno o Internet): se trata en su caso del vidrio, lo frío, el sonido, lo limpio, el tiempo y la luz.

Exige mucha concentración (pero sobre mucha imaginación) postular que el vidrio es el material que mas que ningún otro cambió la existencia humana. Desde la invención de la imprenta y la adopción masiva de los anteojos, hasta el microscopio y el telescopio que llevó a la lectura de los cielos (incluyendo el lanzamiento del Falcon X de Ellon Musk) y el descubrimiento de la célula (y hoy a las células madres y a la biología sintética).

Este hilo conductor como los otros cinco están atravesados por los que Johnson bautizó como el “Efecto Colibrí”. A primera vista, puede sonar como el famoso «efecto mariposa» de la teoría del caos, donde un aleteo de mariposa en California termina provocando un huracán en el Atlántico medio. Johnson sostiene que los dos son fundamentalmente diferentes.

La propiedad extraordinaria (e inquietante) del efecto mariposa es que involucra una cadena de causalidades virtualmente incognoscibles; no podemos mapear el vínculo entre las moléculas de aire que saltan alrededor de la mariposa y el sistema de tormentas que se está gestando en el Atlántico. Pueden estar conectados, porque todo está conectado en algún nivel, pero está más allá de nuestra capacidad analizar esas conexiones o, aún más difícil, es imposible predecirlas con antelación.

Pero algo muy diferente está operando con la flor y el colibrí: si bien son organismos muy diferentes, con necesidades y aptitudes muy diferentes, sin mencionar sus sistemas biológicos básicos, la flor influye claramente en la fisonomía del colibrí en formas directas e inteligibles.

Muchos de nosotros no nos detenemos y reflexionamos sobre cuán asombroso es el mundo desarrollado. Cuando tomamos agua del grifo, no nos preocupamos por morir de cólera cuarenta y ocho horas más tarde. El aire acondicionado hace que sea cómodo vivir en climas intolerables, donde no habría sido el caso hace cincuenta años.

Hay toda una clase de objetos más allá de la computadora y de Internet que «están encantados con las ideas y la creatividad de miles de personas que nos precedieron: inventores, aficionados y reformadores que constantemente atacaron el problema de hacer luz artificial o beber agua sin problemas» para que podamos disfrutar de esos lujos hoy sin pensarlo dos veces, sin siquiera pensar en ellos como lujos en primer lugar.

La lectura de Johnson abre una sucesión de ideas transversales y antidisciplinarias en nuestra historia. Por ejemplo, el cambio que ocurrió en nuestra actitud hacia la limpieza a mediados del siglo XIX. No era solo que la mayoría de la gente antes de este tiempo carecía de los medios para bañarse regularmente; la práctica se pensaba como médicamente dañina.

Todavía vivimos con el legado del siglo XIX, en cientos de miles de casas georgianas y victorianas, en las grandes estaciones de ferrocarril y otros edificios públicos. Las personas durante gran parte del siglo XIX, como dice Johnson, «se ven y actúan como gente moderna de muchas maneras», pero, si nos teletransportaran a su mundo, no podríamos soportar los olores ni tolerar el desperdicio a escala industrial de vidas causada por su ignorancia total de la higiene.

Llegamos a hoy pues no gracias a cuatro genios solitarios y a un súbito -e irreversible- despertar de la racionalidad científica (desmentida por las guerras mundiales, los conflictos de todo tipo, las hambrunas innecesarias que padecemos, y todos los objetivos del milenio que debemos resolver a contracorriente de las promesas ilusionistas), sino a través de zigzagueantes (y a veces inesperados) recorridos mas parecidos a la serie de televisión “Survivor” que a cualquier marcha triunfante de la razón en la historia. Pero a pesar de todo aquí estamos ¿Seguiremos estándolo por mucho tiempo?

Del Antropoceno y el sistema UNO

El Antropoceno (que reemplaza a la última era geológica el holoceno que reinó durante 11.700 años) es una época geológica caracterizada por la transformación humana de los sistemas planetarios, en la que el cambio climático será la principal manifestación.

Chernobil se puede leer de muchos modos, pero una de las formas mas inesperadas y ricas de verlo, ha sido el abandono de 116.000 personas de sus hogares a causa de la contaminación radioactiva, y la creación de una zona de exclusión liberada de toda presencia humana de 4.200 km2. La zona contra todo pronóstico se ha convertido en una vibrante reserva de vida animal. No es que la radioactividad sea buena para la vida animal, pero a veces la presencia de los humanos es mucho peor… para ellas.

Con lo meneado que es el término oscilando entre la base de una plataforma política para Manuel Arias Maldonado (2017) y un mal ejercicio de una disciplina inexistente como es la crítica de la razón narrativa según Peter Sloterdijk (2017), lo que tiene de bueno la noción es abrir una nueva conversación pública capaz de mirar mas allá del próximo ciclo electoral.

La palabra fue pronunciada en público por primera vez por Paul Crutzen un Premio Nobel de Química en un congreso internacional en Cuernavaca en 2000. Pero el biólogo estadounidense Eugene Stoermer venía empleando el término desde principios de los años 80. Quw no remite solo al cambio climático, sino también a la disminución de la naturaleza virgen, a la urbanización inclemente, a la agricultura industrial devastadora, a la infraestructura del transporte colapsada, a las actividades mineras contaminantes, a la perdida de biodiversidad, a la modificación genética de los organismos, a los avances tecnológicos, a la acidificación de los suelos o a la reciente hibridación socio-natural.

El Antropoceno nos recuerda que naturaleza y sociedad están profundamente imbricadas. La historia humana es la historia de nuestras relaciones con la naturaleza. Hemos transformado a la naturaleza al tiempo que descubríamos su influencia sobre nosotros. La transición al Antropoceno hace converger la historia del sistema terrestre, la historia de la vida y la historia de la civilización industrial,

La tierra se ha convertido en un gran laboratorio, sin que podamos anticipar el resultado del experimento todavía en marcha. Nos encontramos con el concepto filosófico, religioso, antropológico y político mas importante de nuestro tiempo, y con una mínima moralia que nos obliga a pensar en la cohabitación de los ciudadanos de la Tierra con las formas y los procesos no-humanos.

La temperatura ha sido relativamente estable en el Holoceno. Ya no más. En ausencia de datos concluyentes hay que apostar por la capacidad mejorativa de la acción humana. Por ello no hay Antropoceno sin política del antropoceno, sin una geopolítica capaz de responder a un desafío de orden planetario.

No son pocos los que creen que la nueva época nos fuerza a cuestionar las fronteras establecidas entre naturaleza y cultura, ciencias naturales y ciencias sociales, clima y política, entre muchos otros dualismos por el estilo.

La enorme apuesta de UNOi es precisamente tomar en cuenta todos y cada uno de los puntos abordados mas arriba. Si queremos que la escuela siga teniendo el rol de brújula (mas que de mapa como ocurría antaño), necesitamos ubicar nuestras preocupaciones alrededor de esta nueva era, el Antropoceno.

Todos los desafíos de los UNESCO, que abordados aisladamente parecen un rompecabezas difícil de armar, al ser tamizados por las distinciones y categorías que hemos propuesto en esta breve introducción, adquieren una doble sensación de posible y urgente resolución tal como propondremos a través de las metodologías, preguntas, sugerencias, ejercicios y prácticas propias de UNOi.

Se trata de ver lo mismo con ojos nuevos, de reconocer que las cosas no son como aparecen sino como nosotros somos, y que si no cambiamos nuestros esquemas perceptuales, emocionales y racionales, continuaremos viviendo en el siglo equivocado con el riesgo de caernos del navío espacial tierra, y entonces toda la aventura humana habrá sido en vano.

Bienvenidos al encuentro de UNOi con la nueva ilustración crítica, los futuros absurdos (pero indispensables), el efecto colibrí y la educación al alcance y necesidad del Antropoceno.

Bienvenidos a la evolución UNOi.

Referencias

Adorno, Theodor y Horkheimer, Max Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid. Trotta. 1998 (original 1944)
Arias Maldonado, Manuel Antropoceno. La política en la era humana. Taurus, 2017.
Bauman, Zygmunt. Retrotopía. Paidós, 2017.
Garcés, Marina La nueva ilustración radical. Barcelona, Anagrama, 2017.
Johnson, Steven How We Got to Now: Six Innovations That Made the Modern World. Riverhead Books, 2014.
MacHale, John The future of the future. George Braziller, 1969.
Sloterdijk, Peter ¿Qué sucedió en el siglo XX? Barcelona, Siruela, 2017.
Voros, Jospeh ‘Big History and anticipation: Using Big History as a framework for global foresight’, in R Poli (ed.) Handbook of Anticipation: Theoretical and Applied Aspects of the Use of Future in Decision Making, Springer International, 2017.

Tigre, Mayo de 2018

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