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La increíble saga de Nobuo Fujita

«Tokio era como un sueño y hoy mis imágenes parecen inventadas como cuando al cabo de mucho tiempo te encontras con un trozo de papel en el que habías escrito un sueño con las primeras luces del alba y con asombro no te suena a nada, como si fuera el sueño de otra persona…»

Desde siempre Japón me sedujo. Quizás desde que por primera vez entre a la casa de una familia japonesa en Florida y me hice muy amigo de Yun Imai y de su hermana Satchko. Todo en la casa rezumaba esa otredad que siempre me siguió de cerca.

Hay en Japón un snobismo, una suerte de obsesión por la perfección. No por nada Roland Barthes en El imperio de los signos detectó una superficie infinita de signos no siempre enlazados con significados.

Win Wenders también fue atrapado por la extrañeza japonesa que en su caso quedó alojada en su película Tokio Ga (1985).

Tardé un cuarto de siglo en pisar finalmente Japón y me quede allí solo unos pocos días, pero esas impresiones de estar viviendo en la alteridad total nunca se me fueron y volví a sentirlas hace poco viendo de refilón algunas partes de Perdidos en Tokio con un impagable Bill Murray.

Japón me tocó a la puerta hace poco de las maneras mas insólitas. Primero a través de unas fotos llamativas (llegó a tomar mas de 1.000) de Ana Morosino una psicoanalista de formación que vivo en Japón un verano y que al volver a
la Argentina empezó a encontrar a su Japón en cada rincón local ( su exposición Tokio/BA Estéticas urbanas se puede visitar hasta el 7 de octubre en el Foro Ghandi (24 de Agosto Pagina/12).

Ayer nomás a través de una increíble historia de un matrimonio que después de haber vivido muchas décadas en el Japón no tuvo mejor idea que traerse en barco una casa desmontada, rearmarla en medio de la Pampa en Chivilcoy, llenarla de mas de mil objetos que la vuelven tan japonesa como si estuviera en las antípodas y encima invitar a visitarla dejando número de teléfono incluído.

Pero una cuarta historia me pegó de mas cerca y es la que me lleva a transcribirla acá mostrando por enésima vez como la realidad es infinitamente mas compleja que la ficción.

La mañana del 9 de septiembre de 1942 cuando Nabuo Fujita un sargento especialista y aviador de la Armada imperial Japones se subió con bastante dificultad a un avión -entre otras cosas porque llevaba adosada al cuerpo una espada de Samurai- sabia que esta por hacer historia.

Su misión era nada mas y nada menos que bombardear el territorio continental de USA, mas precismaente Brookings, Oregon -proeza que no tendría parangón hasta que los terroriristas musulmanes, si es que fueron ellos, volaron las torres gemelas en NY.

El ataque de Fujita (1911-1997) fue una agresión sin víctimas e increíblemente romántica. Ademas de fallida. Su objetivo era incendiar los bosques pero la lluvia de días anteriores le jugo una mala pasada y casi ningún árbol ardió.

Era una operación arriesgada e inverosímil. Viajaría en un hidroplano desarmable que había sido transportado en un submarino desde Japón sin ser detectado. la idea había sido suya y el mismo se la transmitió al hermano menor del emperador (crónica en The Fujita Plan de Mark Felton, 2006).

Fujita era un aviador nato. En esos minúsculos hidroplanos recorrió las costas mas variadas, volando a ciegas y guiándose por las luces. Su avión era un Yokosuka E14Y que se lanzaba desde una rampa en cubierta y que se armaba en una hora. Volaba a 135km/h, tenia una autonomía de 5 horas y como toda defensa (o ataque) contaba con una escuálida ametralladora de 7.7mm.

En cada una de sus dos excursiones sobre territorio yanqui lanzó seis bombas de 76 kg, que dispersaban 520 bolitas incendiarias en un área de 90 m2. Y como dijimos antes por suerte nada

Fujita sobrevivió a la guerra y en 1962 recibió una invitación para viajar a Brookings, temiendo que fueran a juzgarlo por crímenes de guerra -que no había cometido- se llevo su espada por si tenía que hacerse el harakiri.

Pero nada de eso ocurrió. El pueblo lo recibió con simpatía, Fujita les regalo su espada que quedo en exhibición en el ayuntamiento. Volvió varias veces, llego a volar por sobre la zona que había bombardeado sin consecuencias décadas antes y planto una sequoia bebe en el lugar exacto donde cayo una de sus bombas.

Cuando murió de cáncer de pulmón en 1997 su hija enterró parte de sus cenizas entre los bosques que el samurai aviador un día creo querer incendiar.

Paradojalmente el ethos de bushido, flores de cerezo y haikus en el que se alimento Fujita estaba en las antipodas de la Operación PX. Una flota de submarinos, incluidos los gigantescos I-400 cada uno llevando tres bombarderos AICHI M6A1 debían lanzar un ataque bacteriológico contra San Francisco con material provisto por la unidad 731 del perverso coronel Ishii. El fin de la guerra termino con esos delirios. Lo de Fujita fue otra
cosa, hermosa para contarla

Viaje insoportable si los hay. El avión es una mierdita que no sirve ni para llegar a destino sin escalas chiste que inventaron en el aeropuerto. Solo 2 baños, un pasillo minúsculo y permanentes codazos. Adelante un gigante que perdió su upgrade y que se permanentemente despatarro y atrás una nena parlanchina, una madre ídem y un compatriota pesado. Ahora si confirmada la bajada en Cali y casi seguro perdida del vuelo en conexión. Ya me veo apareciendo a las 5 de la mañana en el aeropuerto para llegar con suerte a la reunión en Antigua, Guatemala. Maldición

Publicado enCrónicasDesconocidos

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