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Uno, varios, muchos Jenkins estuvieron en la Argentina. Y unos nos gustaron mucho mas que los otros

EDITORIAL UNO, VARIOS, MUCHOS JENKINS ESTUVIERON EN LA ARGENTINA. Y UNOS NOS GUSTARON MUCHO MAS QUE LOS OTROS

De Kill your Idols al copy your Idols

Henry Jenkins aboga desesperado por una promociónn cada día mas intensa de la cultura participativa. En un slide de charla del pasado lunes en el audgtorio de Santillana Buenos Aires, mostraba como la íìnea que separaba al copista del autor siempre fue demasiado tenue, y que si ya era una incógnita en la Edad Media saber que era copia, y que era derivado, hoy esta pregunta retórica (por la cual Hollywood y la Industria de la música están librando la madre de todas las batallas) se ha convertido en el pentagrama trimensional sobre el cual todos nosotros dejamos nuestras huellas en un palimpsesto infinito.

Por eso no podíamos hacer con Jenkins, lo que eél mismo hace con los demás. Por eso Carina Maguregui jugó a ser una copista fiel en Henry Jenkins, el investigador del MIT, estuvo en Buenos Aires y habló de las relaciones de los jóvenes con las tecnologías digitales por eso Gino Cingolani en Jenkins en BA…Debilidades de un Aca/Fan, convirtió su salida de preso de una materia en un ejercicio de rendición de cuentas. Por eso la Cátedra de Datos está redactando impresiones a múltiples manos, por eso me pareciò que convenía leer/escuchar/sentir a Jenkins en mútliples planos y conversaciones como comento mas abajo.

En un tiempo inmemorial (los años 60 del pasado siglo Michel Foucault nos advertía en el prólogo a El nacimiento de la clínica de que la modernidad estaba condenada al comentario. Nosotros en cambio como post-post-modernos que somos estamos abiertos a la remezcla, el mashup, al VJing, a la post-producción). Dichosos aquellos que disfrutan tanto del comentario como de la remezcla. Para ellos esta abierto el cielo de las infinitas posibilidades expresivas. Gracias Henry por ayudarnos a remezclar(te)

El Jenkins de la mañana y el Jenkins de la tarde

Nosotros, la mayoría de los miembros de la Cátedra de Datos, vimos al menos dos Jenkins. Uno vibrante, en él a veces previsible encuentro a la mañana, en donde el público con cierta timidez buscaba, como siempre, queHenry Jenkins que vive en en otro universo cultural de símbolos, creencias y expectativas -fue mas que honesto en esto-, tuviera la deferencia de darnos las recetas que tanto necesitamos por aquí.

A la noche vimos un segundo Jenkins apagado, mustio, mas preocupado porque la Macintosh se encendiera, opacado por un preámbulo larguísimo, que le hizo eco a los 100 prólogos que preceden al ingreso al Museo de la novela de la Eterna en la obra del mismo titulo de Macedonio Fernández. Porque allí después de 100 páginas de introducción aparece una pregunta que seguramente quedó boyando (hay varios testimonios al respecto) entre los asistentes a la conferencia magistral de la tarde. ¿Si los otros fueron prólogos, la que seguiría sería novela?

Lo que ocurrió a la mañana fue un «must» en cualquier universidad norteamericana. Un investigador de renombre, con actitudes liberales, bien visto y querido por los alumnos se somete a un interrogatorio (lo vivi en carne propia con George Lakoff en el MIT) que allá suele ser punzante, acerbo, durísimo (y que aqui fue genérico, previsible, domesticado), y generalmente sale airoso a fuerza de antecedentes, de trabajo, de investigación pero sobretodo de humildad, de asombro y de disposición a seguir aprendiendo y preguntando(se).

Que difícil que es superarnos a nosotros mismos mas alla de la textualidad

A menudo sabemos y aprendemos mucho mas de los libros que de las intervenciones públicas.Eso ocurriò en el caso de Jenkins. De las entrevistas y conversaciones (como las que le hicimos en Boston y que publicamos en educ.ar..Sobre cómo sacar provecho de las nuevas competencias mediáticas en la escuela ), de la lectura de su impresionante weblog en el que brillan las entrevistas que el mismo hace (como las tres últimas en What Can Teachers Learn from DIY Cultures , que le descerrajó a esos colosos de la alfabetización digital que son Colin Lankshear and Michele Knobel), de la promoción de la obra de sus estudiantes y colegas (entre los que descollan Mimi Ito y Danah Boyd) y de la relación permanente que Jenkins tiene con la cultura popular norteamericana.

Cuando las aguas bajen ¿qué quedará de la visita de Jenkins? ¿La sorpresa que dio la mañana al ser el hombre uno de los pocos privilegiados que no conoce a Maradona, no tiene idea ni le gusta el fútbol y probó el mate y tampoco le gusto?

O mas bien ¿la de ser uno de los pocos académicos de prestigio en las humanidades (no nos olvidemos de que su tesis de doctorado fue sobre el vodevil norteamericano, trazas de lo cual quedan en una de sus primeras obras publicadas What Made Pistachio Nuts?: Early Sound Comedy and the Vaudeville Aesthetic.(1992) y de la obra que lo llevó al pináculo en estos temas, y que ya tiene casi 20 años que fue Textual Poachers Television Fans y participatory cultures, y que desde entonces le creo una solida fama que terminaría convirtiendolo (no sabemos si para bien) en el McLuhan del siglo XXI?

¿La constatación de que ninguna persona que haya escrito libros importantes y significativos (y Convergence Culture lo es sin lugar a dudas) nunca estará a la altura de su producción escrita, a menos que tenga un carisma expositivo y una capacidad de presentación audiovisual que no es el fuerte de Jenkins?

¿El cuidado con que logró evadirse de los lugares comunes a los que llevaban muchos de esos interrogantes fatuos, no cayó en la tentación del guruismo y dio debido crédito a estudiantes y colegas en sus comentarios y presentaciones?

Una presentación incómoda desde un lugar difícil

No le fue fácil remontar a Jenkins el difícil lugar en el que lo encontró el VI Foro Latinoamericano de Educación, organizado por la Fundación Santillana y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). Abierto por Alvaro Marchesi y por el Ministro de educación argentino, con comentarios entrelazados de Emiliano Martínez, todos ellos colegas y amigos, Jenkins pudo hablar luego de mas de una hora y 15 de comentarios, propuestas y consideraciones, que incluyeron las presentación del documento de base escrito por Luis Alberto Quevedo e Ines Dussel de Flacso.

Jenkins es un académico, de política (argentina) no sabe nada y en la norteamericana es un admirador de Obama y un crítico del movimiento del Tea Party, aunque ve negro el futuro de la autonomía y la independencia en USA. Y seguramente debe haber estado en innumerables reuniones hecho un sandwich entre la Política y la Academia.

El lunes estaba mas que preocupado por hacer que su Keynote funcionara que por nuestras ruminaciones endémicas. No sabemos si por la larga espera, por las dificultades técnicas o porque indecelable motivo, como dijimos antes su fuerte no es lo audiovisual (sino su habilidad para detectar la escena audiovisual pergeñado por los otros), su charla no fue vibrante, ni «engaging», término que a él le entusiasma utilizar.

Paradoja de las paradojas, alguien que es considerado un especialista mundial en cultura participativa no trasuntó en su presentación (salvo en la excepcional puesta a dos voces literaria y drogafilica, de Moby Dick y en los videos iniciales raperos de Soul) lo mas rico de sus ideas, lo mas valiente de su apuesta por lo aca/fan (academia + fanaticismo), y sobretodo no insistió para nada en las ideas básicas del edupunk, de la D(o)I(t)Y(ourself) university y castigo duramente nociones como las de nativos digitales o las de autoaprendizje, a las que atribuyó ser equívocas, estigmatizadoras y finalmente heurísticamente innecesarias.

Raro el efecto de la convocatoria porque Henry persona(je) da para muchísimo mas. Como se puede ver en la entrevista citada antes, en muchos de sus sitios, en la fantástica investigación que dirigió para la Fundación McArthur y a la que aludió brevemente en uno de los slides.

¿Habrá endulzado Jenkins su discurso para los oídos locales? ¿No serán un tanto (mucho) incompatibles sus ideas y propuestas originales (las que están en los libros, en los informes, en los videos de la red) con las de Flacso y el Ministerio de Educación, cada una con sus matices, necesidades e intencionalidades?

Como siempre importa mucho mas que lo que dijo, como lo dijo.

El lunes, especialmente a la noche, Jenkins apareció desdibujado como un defensor y mentor de esa escuela tan valorado por los otros oradores, algo inusual en su producción intelectual mucha mas emparentada con el remix, el mashup y el cuestionamiento de los expertos.

Leyendo sus obras, viendo el producido de sus alumnos, investigando su apuesta por lo multimedial y lo transmediático, encarnada en propuestas de cultura participativa, y sobretodo de dispersión del aprendizaje y de constatación de un divorcio creciente entre escuela y sociedad y vida, el tono y (la falta de) énfasis que le dio a la charla resultaron llamativos.

Mucho mas a la noche que a la mañana, Jenkins quedó envuelto en una genealogía que le es ajena, y sus ejemplos y argumentos lucieron desteñidos y faltos de fuerza y de convicciòn. A la mañana había sido un poco distinto. Nos quedamos mil veces con ese Jenkins mañanero y no con el del crepúsculo, con el de sus libros y no con el de las (esta) charla), con su picardía y capacidad de revelara la cultura popular, y no con un tibio reconocimiento de una escuela que dice pero no hace, y de un mundo que debería ser y que no es, y de cuya existencia se responsabiliza demasiado rápidamente a las industrias culturales justo en el momento en que están siendo puestas en jaque no tanto por la política como por los usuarios, no tanto por las ideologías sino por el código.

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