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El dificil y entrecortado dialogo entre tecnicos y politicos

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¿Porque las cosas andan tan desarregladas en el mundo?

La pregunta de tan ingenua parece no menos inútil. Porque supone tantas cosas. Que el mundo deberían andar distinto. Que el mundo es algo de lo que se pueda predicar una condición ética. De que a lo mejor todo tiempo pasado fue mejor. O al vesre que todo tiempo futuro será mejor. La utopía es siempre el horizonte lejano hacia atrás o hacia adelante. El presente en cambio -salvo excepcionalidades personales y muy raramente sociales- es eternamente gris como la teoría. La utopía en cambio como alquilada por los ecologistas es siempre verde como la esperanza. Los jóvenes son de izquierda, y los adultos de derecha (a excepción claro está del cabrón de Andrés Rivera). Y muchas otras monsergas por el estilo


Pues bien en un mundo crecientemente hiperconectado e hipercomplejo existen dos extremos para tratar de que el mundo no aparezca tan desarrapado como lo vemos hoy en día en las noticias y en la vida real. Ya sea entendiéndolo e ingenierizandolo mejor. ¿Y quienes sino los técnicos deberían ser los que deberían hacer esta tarea para pasarle la posta a los políticos? O bien al contrario imaginar que los técnicos se mueven en una lógica, los políticos en otra y que si el mundo esta loco tan loco es porque los técnicos opinan mucho y los políticos les hacen caso. Y así nos va.

Hay muchas variantes y relaciones posibles entre técnicos y políticos, y curiosamente en general no parecen funcionar demasiado bien. Pero si hay muchas dudas acerca de cual es la causalidad mas conveniente cuando de interrelacionar saber y poder se trata, de lo que no hay duda es de que estas cuestiones se arrastran desde siempre y en nuestra época alcanzan cimas colosales de incomprensión y peligro.

Porque la relación político/técnico tiene ya paginas imborrables en las obras canónicas de Platon. En La República por ejemplo. Y alcanzan otras cimas en El Político y Las leyes de Aristóteles. Y si bien con variantes han sido retomada en los falsamente años oscuros de la Edad Media vuelven como fuegos de artificio en El Príncipe de Maquiavelo para desde allí no parar mas en sus metamorfosis variantes.

¿Que/quien es un intelectual?

Pero no nos interesa aquí aventurarnos en la filosofía política clásica, sino mas bien en mas en la comprensión del presente y en buscarle alguna punta a esta danza interminable de incomprensión mutua entre políticos y técnicos, o lo que es lo mismo debemos volver a preguntarnos por enésima vez: ¿que es un intelectual y cual es su rol en esta esquina tan castigada de la historia? Y no nos interesa el rol del intelectual en general, sino mas especificamente el del intelectual latinoamericano y mas concretamente el del argentino. Porque lamentablemente en nuestro país este incordio alcanza alturas supinas e ineficacias que también son corresponsables de la terrible situación en la que estamos incrustados.

Ningún gobierno tuvo mayor barniz técnico que el alfonsinista y su grado de incompetencia tecnologico-politico fue sideral. Algo parecido paso con el dellaruismo. En cuanto a los gobiernos peronistas estos tuvieron equipos técnicos mas sofisticados pero la articulación con los políticos no fue empero diáfana ni tampoco queda claro que haya sido inevitablemente eficaz.

Por suerte una entrevista reciente con uno de los intelectuales mas preclaros que aun tenemos en la Argentina como Miguel Murmis arroja alguna luz acerca de estas relaciones peligrosas e improductivas.

Para este fundador de la sociología argentina, egresado de sus primeras camadas y autor en 1971 de un libro que se transformó pronto en un clásico y que leíamos a roletes en la UBA de entonces (y de ahora). Se trata de Estudios sobre los orígenes del peronismo, que mostró que había una forma intensa de relacionar investigación y política. Según Murmis. La relación entre quienes interpretan los datos de la sociedad y quienes ejecutan políticas es más tormentosa en la Argentina que en el resto de América latina. Unos y otros suelen confundir roles.

Murmis dice algo que casi nadie se atrevió a dejar sentado en blanco y negro como el. Militante de décadas, escritor de calidad y sobretodo notable investigador cuando a los 40 y pico de años publico esa obra tenia mas que claro que el pensamiento sistematizado y convertido en teoría puede tener dos destinos posibles: situarnos, para ser dirigentes o para hacer lo que a mucha gente le gusta, que es saltar a la oreja del dirigente. Je ya explicaremos de que se trata.

Falacias del saber técnico devenido en conocimiento dirigencial

El señalamiento de Murmis parece ingenuo pero es de enorme peso y tiene por detrás el aval de teorías -especialmente marxistas- de todos los tiempos, pero también de sociólogos mas que lucidos. Porque lo que Murmis esta marcando es -en consonancia con las lecturas de Marx y de Gramsci, de Bourdieu y de Latour– que el intelectual, y el técnico, creen que saben más que el común de las gentes y no tienen que perder tiempo pasando por las filas de la organización, ni por ese tiempo de militancia, a veces aburrida y a veces peligrosa. Su papel es transmitir verdades importantes al que ya es el líder de la organización o del país.

Sin rasgarse la vestiduras admite que el participo de este juego de saltar a la oreja del líder, que es ser algo así como un técnico que trabaja para un partido.

Porque Murmis insiste en que si uno hace el camino de la militancia, sabe que el circuito no es corto. Ser militante en cualquier causa implica empezar desde abajo, sudar la gota gorda, pintar paredes, hacer ejercicio físico de distinto tipo y recién después dirigir algo o a alguien.

Una de las grandes tragedias argentinas es que demasiados estamentos buscan el circuito corto, no pintar paredes, no hacer el trabajo del concepto, no aprender teoría y solfeo, sino que invocando un carisma y un talento o una historia de la que la mayoría carece se poner a tocar un concierto sinfónico en el Colon, el primer día que se agencian de un violín o de un piano.

Si bien no hay demasiada tradición de investigación sobre el rol de los intelectuales en la Argentina, tenemos los trabajos de Silvia Sigal como Intelectuales y peronismo, de Juan José Sebreli sobre Martínez Estrada una rebelión inútil y de Oscar Teran Vida intelectual en el Buenos Aires de fin-de-siglo (1880-1910), cada vez queda mas claro que el campo intelectual es especialmente débil en la Argentina. Y es débil tanto porque lo atacan quienes quieren reprimirlo, como porque lo desdibujan quienes le dan una significación política demasiado grande.

Sigal dejo sentado que mas alla de la debilidad los intelectuales siempre quisieron pasar a un plano directivo en lo ideológico. Y aquí viene el gran aporte de Murmis, que va a sorprender a mas de uno cuando insiste en que en general no es nada positivo que el intelectual dirija

Ya que los investigadores son personas que conocen un modo de analizar e investigar la realidad que requiere buena formación previa. Tienen una forma de trabajar profesionalmente, que puede dar gran rendimiento para la política. Si los investigadores analizan los problemas pertinentes, si además trabajan dentro de una organización, pueden instar a que se discuta allí lo que uno ha armado. Pero, para Murmis, el aporte fundamental del investigador es ser un profesional que ofrezca materiales importantes para comprender la situación en que el partido se mueve. No el de ser dirigente. El intelectual, a partir de datos fehacientes, construye propuestas para el futuro.

Otras latitudes, otros logros

Lamentablemente -y Murmis lo sabe- no da buenos ejemplos de articulación bien sucedida entre intelectuales y políticos en la Argentina siendo que los que recuerda con mayor cariño y afecto son sus años de enseñanza en la Universidad de Concepción, en Chile, en donde mostró datos que ayudaron a que los militantes generaran estrategias conducentes

Y otro tanto le sucedió en Brasil donde los científicos sociales llegaron a estar más cerca del poder y en el poder mismo, como fue el caso de Fernando Henrique Cardoso. Solo que el ascenso de Cardoso al poder no fue un caso aislado o circunstancial sino el de un político de raza que a lo largo de toda su vida había soldado con maestría sin par la función dirigencial con la intelectual y que estuvo acompañado de muchisimos especialistas en ciencias sociales en forma orgánica.

Nuevamente la literatura a través del libro del francés Daniel Pecaut Os intelectuais e a política no Brasil: O povo e a ação sobre los intelectuales brasileños muestra cuan distinto es el fenómeno de lo que vemos suceder en la Argentina. Porque en Brasil hay y siempre hubo vocación de construir el Estado: alli los intelectuales construyen el Estado y lo dirigen.

Termina Murmis volviendo al José Luis de Imaz de los años 60 con su celebre Los que mandan que entre otros mensajes mostraba que en esa época -y la situación se agravo infinitamente desde entonces- en nuestro país había toda una serie de elites separadas que no estaban interconectadas. La situación ahora es infinitamente peor-. Los que investigan en ciencias sociales no están conectados. Ni con el sistema productivo, ni con la otras disciplinas, ni con la nuevas tendencias intelectuales mundiales, ni con la tecnología. Y el día que se conectan, lo hacen sólo con el sistema de saltar a la oreja del líder.

Aunque patética por realista la descripción de porque los científicos sociales (pero también en alguna medida los científicos naturales) son tan poco eficaces en nuestro país, y de como necesitamos olvidarnos de la oreja del líder y mejorar infinitamente nuestras capacidades de articulación practico-simbolicos si queremos sentirnos mas útiles al país, es una aporte valioso de Murmis que convendrá profundizar y elaborar.

Publicado enMemetica

Un comentario

  1. Juan Manuel Juan Manuel

    Creo que el artículo enfoca un tema muy interesante pero olvida un punto clave para comprender el fenómeno: ¿cúal es la verdadera vocación de construcción de poder que tienen los intelectuales argentinos?. Otro aspecto importante sería analizar el grado de pragmatismo en ambos puntos de la cadena ya que los intelectuales no suelen reconocer el valor instrumental de una buena teoría ni los políticos la nacesidad de dotar a sus gestiones de enfoques que vayan más allá de lo inmediato y lo redituable en términos políticos.

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