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Recuerdos fresquisimos de Paris que siempre es una fiesta

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El avasallamiento es permanente, la variedad es una constante, la diversidad no solo se ve, olfatea, huele y siente, sino que atraviesa cada instante y lugar donde se mire, se vaya, se este y no hace falta ni buscarla, ni pedirla.

El entramado de voces y de objetos de estos lugares y países es la constante, no una variable. Estar en París es invitarse permanentemente a escuchar múltiples idiomas, a sentir los olores mas variados, a encontrarse con gente de todo el mundo y sobretodo a no sorprenderse por nada. Porque aunque hay cosas eternas, también hay novedades sin fin. Y porque encima la amalgama de lo nuevo y de lo viejo da como resultado un nuevo/viejo que no cansa nunca y deslumbra siempre.


Como siempre la ciudad descolla en eficiencia y limpieza, en simplificación del movimiento y el desplazamiento, y en una oferta muy variada y exquisita de que hacer y como hacerlo. Y eso que nosotros solo vemos lo mundano y superficial, lo que esta a la vista de todos y lo que es casi el pan suyo de cada día de los turistas. Imagínense lo que hay detrás.

Por ejemplo comer con el lumpeproletariat de la Unesco donde por 6 u 8 euros nos llenamos la panza con alguna mescolanza indiscernible puede ser patético. Volver a alzar esas pesadas bandejas que esgrimíamos en la Ciudad Universitaria hace mil años, y hacer piruetas para que los libros o los papeles no se nos caigan, mientras que una cajera odiosa nos ordeña como ganado, puede parecer tristisimo. ¿Pero que importa todo ese ajetreo si una vez sentados tenemos como imagen de fondo una Torre Eiffel eterna y enhiesta decorada con la pretensión francesa de ser la sede olímpica del 2012?

Lo mismo pasa con nuestras idas y vueltas en el metro porque a algún genio se le ocurrió alojarnos cerca de la embajada argentina cuando la sede principal de la Unesco queda a casi 6 o 7 estaciones de metro. ¿Que importa si para ir y volver hay que tomar la linea 6 Nation-Etoile que para en la estación Bir Hakeim -donde se filmo la inolvidable Ultimo tango en París cuando María Schneider era una bomba infernal- y de vuelta al atravesar el Sena tenemos un primer plano de la Torre todavía mas espectacular que el anterior?

¿Que importa no encontrar casi ningún libro interesante en las librerías del Barrio Latino si haciendo esquina con el inolvidable Aux Deux Magots nos agenciamos de una crepe beurre con ese inconfundible sabor parisino y al degustar ese sabor único -que nos recuerda permanentemente nuestro descubrimiento parisino de hace 36 años atras- al mismo tiempo nos llena de nostalgia pero también nos envuelve en la alegría de pisar las calles de París nuevamente.

No importa si la comida griega en Santorini y el vino de la casa no le llegan ni a las suelas del zapato a algunas gourmandises de Palermo Hollywood y encima desbalancean cualquier presupuesto porque la realidad es que las cosas aquí cuestan entre 4 y 8 veces mas caras que en Buenos Aires. Porque al salir y tomar el penúltimo metro nos envuelven las luces de la ciudad, unos colores acaramelados, unos sonidos únicos, una caravana de turistas, y sobretodo una sensación de unicidad que ni siquiera Londres o Nueva York comparten con esta París inmortal.

Es probable que como bien estampo Perry Anderson (ver http://www.lrb.co.uk/v26/n17/ande01_.html; http://www.lrb.co.uk/v26/n18/ande01_.html) la creatividad francesa este en decadencia irreversible, lo que enojo mucho a Pierre Nora quien contesto con no menos brutalidad en la traducción francesa de la obra anterior; todo esto recopilado en francés en La Pensee Tiede (Seuil, 2005)

Es cierto que a pesar de haber rasguñado los estantes de las librerías apenas pudimos conseguir 3 o 4 revistas y 2 o 3 libros que no tienen la menor trascendencia y que muestran que algo no funciona en el imaginario francés -donde Levi-Strauss con sus 97 años es mas lucido que todos estos niñitos bien. Demasiado atrapdos en un autismo epistemologico y en unos debates superficiales que ni escandalizan ni molestanxdemasiado a nadie.

Pero esto ha sido bien analizado por estudios bibliometricos y bibliográficos que indican que la edad de oro de la diversidad intelectual no fue como creiamos en 1960, sino en el 70 y que en los 90 a los francesestampoco no les fue nada mal -en cantidad si no es que en calidad ver S.Barluet Edition de sciences humaines et sociales: le coeur en danger, PUF 2004).

Sin embargo el chauvinismo y el sectarismo siempre están aquí dando vueltas, antes se tardaba décadas en traducir a los ingleses, alemanes, americanos o italianos, ahora tal vez menos pero siempre infinitamente mas lentamente que las traducciones al castellano.

¿Que importa que Le Monde sea apenas una sombra de lo que supo ser, que Le Nouvel Observateur tenga que escandalizar con sus tapas porque sino quien lo compraría? ¿Que importa que K.S Karol, que nos ilustraba a fines de los 60 con sus crónicas de una Rusia que aun amenazaba, termine descubriendo que a lo mejor el padrecito Stalin no fue tan desalmado como creiamos? ¿Que importa si los numerosos libros que se tildan en Auschwitz y Birkenau son traducciones del alemán o del ingles? ¿Que importa que solo haya un recordatorio inteligente del Mayo francés en idioma francés -Mai 68, L’Héritage impossible de Jean-Pierre Le Goff, La Decouverte 2002, siendo que los anglosajones lo han tratado mas y mejor?

¿Que importa que los hoteles del Barrio XVI cobren fortunas por piojeras o casi? ¿Que importa que comer en el Café Merlin en los pasillos del Louvre frente a la Pirámide Mayor nos reviente con un almuerzo ni tan tan ni muy muy por 25 euros? ¿Que importa que la entrada cueste 8 euros si esta mas hermoso, reacondicionado y maravilloso que nunca?

¿Que importa gastarse los zapatos y derrumbarse de cansancio si en un par de horas podemos estar frente a frente con La Victoria de Samotracia, La Gioconda en su novisimo hogar en la sala 6 del primer piso, con Diana Cazadora y a decenas o centenares de pinturas florentinas, italianas y de esculturas griegas que nos hacen suspirar de emoción y nos hacen penar por el tiempo hasta que las volvamos a ver? ¿Que importa si las atribuciones de patrimonio digan pacatamente «encontrado o descubierto» de obras de arte que son auténticamente griegas, egipcias o italianas y que las expediciones napoleonicas usurparon para el «bien» de la humanidad?

¿Que importa si haciendo cabriolas en vez de tomarnos un taxi decidimos viajar en metro, pasar por la Ciudad Universitaria, cambiar en Antony y finalmente tomar el Orlyval un maravilloso sistema de transportes sin pasajeros que en un suspiro nos deja en Orly allí donde llegamos y salimos de París por primera vez en 1969?

Caminar por el Luxemburgo, mirar de soslayo a Notre Dame, pasear furtivamente por Les Halles, haber fracasado en el intento de ver al Cirque du Soleil con su Saltimbanco, correr rapidisimo por la FNAC, caminar por Champs Elyssees, comer en una de sus trottoirs y afrontar el fresco de una primavera que tarda en aparecer fue tan pero tan lindo que querríamos haber inmovilizado al tiempo y acurrucarnos en este espacio indefinidamente?

Lo dijo Hemingway en la década del 20, lo lei cuando viví en París en el 69 y lo vuelvo a sentir esta vez quizás con mucha mas intensidad que otras. Quien haya vivido en París al cumplir 20 años sabrá que París será siempre una fiesta. Se ha cumplido una vez mas, haciendo nuevos amigos, visitando la Unesco, dialogando mucho con Tulio del Bono, anudando nuevas relaciones laborales y diplomáticos no cabe ninguna duda de que París es una fiesta…. siempre. No se la pierdan.

Publicado enCrónicas

Un comentario

  1. antonio marin antonio marin

    paris es una fiesta, sinceramente,he vivido 4 años maravillosos, donde he conocido gente de todo el mundo con diversidad de costumbres, y sobre todo la ciudad es encantadora, en 4 años creo que no he terminado de conocer lo que realmente nos brinda esta ciudad esplenderosa, no hay palabras para expresarce de esta maravillosa ciudad del mundo.

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