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La big data llegó a la política y ya nada será lo mismo

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¿La Big data salvará a la política?

Vimos la revista en Miami y no alcanzó a llamarnos tanto la atención. Se trataba de una tapa que florea a un Bono de U2 gigante, y cuyo pie de página anuncia en gran tipografia «Big Data will save politics«. Curiosamente mientras que todo lo que diga «big data» nos convoca a un consumo instantáneo, que se tratara de una intersección entre la big data y la política no nos movió un pelo, y eso que íbamos camino a un Seminario Internacional de Campañas electorales. Y eso que mas de la mitad de la revista, de la siempre llamativa MIT Technology Review, estaba dedicada a analizar hasta el caracú los vericuetos de la reelección de Obama.

Pero algo nos hizo ruido en las jornadas y ya despegando de México de regreso a Buenos Aires pareció un sacrilegio pasar por alto la lectura de un conjunto de artículos bastante complejos que empezaban con una historia de los intentos de usar datos personalizados en las campañas electorales en USA a manos de Joe Trippi quien fungió como jefe de campaña en la celebre nominación perdida de Howard Dean y participó de las campañas presidenciales de Ted Kennedy, Walter Mondale, Gary Hart, Dick Gephardt, Jerry Brown. Su articulo se titulaba nada inocentemente «Technology has given politics back its soul» y tuvieron su culminación en la extensa y compleja nota de Sasha Issenberg (Autor del notable The Victory Lab: the secret science of winning campaigns del cual este articulo es una brillante síntesis) «How President’s Obama campaign used big data to rally individual voters«.

Reviviendo la historia de Joe Trippi quien ayudó a inventar la analítica política

Trippi tenía apenas 23 años en 1979 cuando siendo un estudiante de ingeniería aeronáutica en la State University de San José pasaba su tiempo jugando con hologramas o generando código en Fortran y trasponiéndolo a las famosas tarjetas perforadas de 80 posiciones de IBM. Los fines de semana era un voluntario en las campañas políticas locales, y mientras definía el DNA de su vida, oscilaba imaginando desde que lugar sería mas factible cambiar al mundo, si desde la tecnología o desde la política.

Como la tecnología le sonaba bastante fría y desalmada optó por la política, se deshizo de su posesión mas preciada una Tandy TRS-80 (la laptop con mas swing del momento) y se puso a trabajar por U$ 15 la hora en la campaña presidencial de Ted Kennedy, usando unas tarjetas en donde se anotaba la probable orientación de la persona a visitar o llamar, teniendo éxito en algunas estrategias de vote switching pero imposibilitados de transmitir a los organizadores qué estrategias habían sido las exitosas y como reproducirlas. Aunque repetían esas llamadas o esas visitas hasta el hartazgo, era imposible saber el efecto logrado. Nada cambió durante casi 30 años hasta la campaña de Obama en el año 2012 (si 2012 no la que lo catapultó a la presidencia en el 2008). En ese largo período las cosas se hicieron del mismo modo una y otra vez

Para peor en la época en que Trippi comenzó su carrera de «patear» campañas, la televisión empezaba a tener una gravitación creciente y el trabajo de campo empezaba a ser relegado consecuentemente. Una y otra vez Trippi sufrió en carne propia la desconfianza y el desinterés de sus superiores en términos de los usos de la tecnologias personalizadas y de su subordinación a los métodos de brodcast televisivo, como agentes privilegiados para el cambio de comportamiento electoral (algo que escuché que aun ocurriría en México hoy en la exposición de José Carreño Carrión, aunque lo dudo bastante).

Apostando a la analitica politica

Por eso en la campaña para alcalde en 1982 de Tom Bradley, Trippi gastó todos sus ahorros para comprar una computadora PDP de Digital, y consiguió centenares de miles de dólares a partir del mail directo. Armó una enorme base de datos de votantes, a quienes tratar de llegar con 2 millones de dólares guardados a tal efecto. Como las encuestas mostraban que el candidato perdería la competencia, los directores de campaña gastaron ese dinero en publicidad televisiva creyendo que alcanzaría para contrarrestarlo. Las encuestas a boca de urna daban por ganador a Bradley, pero la computadora de Trippi predijo con una exactitud asombrosa que perdería por 100.000 votos (finalmente la diferencia fue 93.000). Una vez mas la plata usada en publicidad política televisiva fue tirada al tacho de la basura.

Ignorando estos primeros atisbos de analítica política durante 30 años exactos las campañas siguieron cometiendo los mismos errores, otorgando un poder omnímodo de adormecimiento de las conciencias a la televisión. Curiosamente ya a principios de los años 2000 otras tecnologías con Internet a la cabeza en sus usos comerciales y sociales, mostraban que había nuevas formas de comunicarse en modo par a par, y que esos formatos a la corta o a la larga tendrían una incidencia política monumental.

Fue por eso que en la campaña presidencial de Howard Dean para el 2004 se tomó en serio esta promesa de la política 2.0, y aunque finalmente el candidato asesorado por Tripp perdió (¿que innovación no esta adelantada a su tiempo?) allí se sentaron las bases de lo que pasaría en las dos próximas elecciones que ungirían por partida doble a Barack Obama como al primer presidente interneteano de la historia.

Una campaña que anticiparía el futuro

El equipo de campaña de Dean fue el primero que apostó entero a las actividades de base, a la comunicación personalizada y que pretendió cuestionar el mito de la omnipotencia conversacional de la televisión de las grandes corporaciones.

Lamentablemente en 2003 solo había 55 millones de hogares con acceso a Internet, pero la mayoría de ellos no tenían (aún) banda ancha y no existía ninguna de las redes sociales hoy hegemónicas, ni qué hablar de smartphones, iPhones (que recién aparecería en 2007) o iPads (nacidas en 2010). Y si bien la campaña logró encolumnar a 650.000 voluntarios y recaudó mas fondos que los conseguidos por Clinton en su momento, el ciclo de las redes sociales y de la banda ancha se haría esperar aun por un período presidencial mas.

En 2008 Hillary Clinton perdió la nominación democrática ante el desconocido Obama justamente por apostar todo a los medios tradicionales, en especial a la televisión. Obama por el contrario juntó 500 millones de dólares en linea y convocó a 13 millones de personas a trabajar en su elección. Como si eso no hubiese bastado, ese trabajo de hormiga redundaría cuatro años mas tarde en una campaña nacional basada en big data.

Sorpresas te da la información personalizada

Fue precisamente la big data lo que le brindó a Obama el nombre y apellido de sus 69 millones de votantes en el año 2008, permitiendo una recuperación personalizada de cada uno de sus votos, así como la posibilidad de reemplazar los que se habrían perdido en el camino por otros nuevos.

Fue esa información la que permitió detectar cuáles votos eran dudosos y cuáles votos republicanos podían pasarse de bando. Se gastaron U$ 100 millones para armar esta inédita e impresionante base de datos de votantes prospectivos. Los demócratas empezaron a hablar entre si, a discutir sus opiniones y preferencias y a hacer hincapié en objetivos comunes sin un «Gran hermano» que les dijera a través de la voz omnipotentes de la televisión porqué debían volver a votar a Obama.

Mitt Romney volvió a comer el error de Hillary Clinton, aunque para los que veíamos todo esto desde lejos y suponíamos que la victoria de Obama en 2012 pendía de algún hilo inasible y circunstancial, no deja de sorprendernos a pocos meses de la elección que algunos analistas de Romney hayan admitido que «ni siquiera estaban en la misma carrera» confirmado en el hecho de que el equipo de analítica política de Romney fuera 10 veces mas chico que el de Obama.

De la política top down a la política botton-up

Probablemente mucha de esta experiencia y de la reflexión que Joe Trippi nos regala sobre ella sea altamente inaplicable en nuestras latitudes. También es mas que factible que de aquí a 2 o 3 elecciones los republicanos clonen el modelo de Obama, y que con un poco de suerte, de errores de los hoy están en el poder, y de algún candidato bala mágica, logren torcer el curso de la historia demócrata -gracias a la analítica política que por ahora le dio la victoria a sus rivales.

De lo que no cabe duda es de que en USA la forma convencional de hacer política ligada al poder de los medios tradicionales y en particular a la televisión como el gran árbitro llegó a su fin. Algo mas que era previsible para quienes vivimos en las redes sociales, pero que no por ello deja de poner en evidencia un hecho clave del futuro de la politica. A saber que los militantes de 23 años que escuchan a la gente, y que prestan suma atención al valor diferencial de los distintos medios en términos persuasivos, seguirán golpeando las puertas 1 a 1 de ahora en mas, como lo habían heho antes del poder fetichizante de la TV.

Entre las muchas dudas que están dando vuelta hoy es de si la big data se usará mas allá de para ganar las elecciones, para gobernar «comme il faut«. Hasta ahora no hay experiencias de ese tipo (aunque habría que estudiar mas en detalle que está haciendo José Antonio Rodriguez, el alcalde de Jun, Granada), presente en el 6to Seminario en el ITAM, que parece que pinta en esa dirección.

También obviamente imaginen el poder de seducción trasnochada y de manipulación monumental que puede tener esta información en manos de autócratas o de autobendecidos por el pensamiento único. Sea como fuera en este terreno como en tantos otros que nos son mucho mas conocidos y que remiten a las Big Humanities, tampoco hay regreso posible.

A mas de uno estas alternativas le recordarán los usos espurios que las autoridades terminaron haciendo de la precognición en Minority Report (con sus bases de datos originalmente enderezadas a prevenir crímenes potenciales gracias a precogs infalibles, utilizadas finalmente con objetivos personales).

También tenemos a flor de piel los ejemplos semanales que nos da Person of Interest en el sentido contrario, en cuanto a usar macrobases de datos destinadas a impedir los crímenes de alta alcurnia, infiltradas por uno de los inventores mas preocupado en impedir los crímenes de la vida cotidiana.

Sea como fuere la Big Data se ha entrometido en la política, y de ahora en mas habrá que aprender a conjugar sus desafíos, a hablar su lenguaje, y a perfeccionar la política como interfaz en la era de la Big Data, tal como propusimos (mucho mas abstractamente) en la 6ta edición del Seminario Internacional de Estrategias Electoras y Políticas.

Referencias

Issenberg, Sasha The Victory Lab: The Secret Science of Winning Campaigns. New York, Crown, 2012

Silver, Nate The Signal and the Noise: Why So Many Predictions Fail — but Some Don’t

Steiner, Christopher Automate This: How Algorithms Came to Rule Our World. Portfolio Hardcover, 2012

Trippi, Joe The Revolution Will Not Be Televised : Democracy, the Internet, and the Overthrow of Everything .

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5 comentarios

  1. Rafael Vargas Rafael Vargas

    Excelente, puntual, certero. Gracias por compartirlo.

  2. Bien visto. Pero las direcciones de 69 millones de ciudadanos no llegan, en mi opinión, a calificar como Big Data.

    Creo que haber titulado que la ‘data analytics’ llega a la política hubiera sido más apropiado.

    Felicitaciones en cualquier caso.

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