Saltar al contenido

Mes: julio 2013

El proyecto 1@1 Sarmiento en Retrospectiva

sarmiento

Alla lejos y hace tiempo

Durante el año 2011 nos metimos de cuerpo entero en la aventura de pretender cambiar radicalmente el perfil de intervenciones en una escuela secundaria porteña. Después, abocados a crear un Lab de Innovación, reflexionamos y reubicamos muchas de nuestras estrategias, oscilando entre reintroducirlas en la universidad, o convertirlas en políticas públicas.

Hoy cuando ya hemos entregado nuestros informes finales, podemos ver en perspectiva lo mucho y bueno que hicimos con un equipo entusiasta proveniente mayoritariamente de la Universidad Pública. Pero también sabemos lo infinito que queda por hacer en la reforma educativa como bien nos lo enseñan Andy Hargreaves y Dennis Shurley en The Fourth Way? The Inspiring Future for Educational Change

Gracias a todos los colaboradores por su compromiso y dedicación. Para nosotros fue un desafío enorme que si bien estuvo tachonado tanto de sinsabores como de momentos sublimes, nos mostró (como esta revelando estos días Evgeny Morozov en su nuevo libro To Save Everything, Click Here: The Folly of Technological Solutionism), que ninguna transformación radical es posible sin ruidos, sin fricción, sin mugre, sin innumerables resistencias, sin efectos contraproductivos, sin ineficiencias varias.

Que no es posible disparar ninguna dinámica de cambio sin que debamos contrarrestar en el proceso una ingeniería social (o educativa) incapaz de respetar la diversidad y la variedad propias de metodologías reduccionistas, permedada de fantasías de aplanamiento y homogeneización digital (camisa de fuerza digital bautiza Morozov a esta fantasía tan presente en Silicon Valley y sus clones devaluados locales) que se suma a las analógicas archiconocidas.

Bienvenidos a los Revolabs. Lo digital como preludio (opcional) al cambio real


Una idea es una diferencia que hace una diferencia

Una idea es una diferencia que hace una diferencia. Lo sostuvo el genial Gregory Bateson e inusitadamente las vemos propagarse estos días por las latitudes menos imaginables a través de insurgencias sociales desplegadas en nombre de la democracia, los movimientos de liberación, el cuestionamiento del status quo, o una nueva oscilación del péndulo de la historia.

Lo cierto es que los vientos de cambio asolaron a Europa Oriental a principios de los años 90, destronaron al neoliberalismo en América Latina a principios de los 2000, están hundiendo al proyecto de la Unión Europea desde fines de la primer década del Tercer Milenio, y finalmente están liquidando a las autocracias árabes en el norte de África, con estribaciones recientes en Turquía (donde arrinconan al primer ministro Recep Tayyip Erdogan, el mayor enemigo de las redes sociales desde el destronamiento de Hosni Mubarak, y al propio Brasil -afortunadamente ganador-, cuando quería vivir su hora de gloria con la Copa de las Naciones, aperitivo del Mundial del 2014 y las Juegos Olímpicos de 2016).

Toda revolución siempre estuvo asociada o codeterminada a/por los medios de comunicación, desde las revoluciones burguesas y su filiación en el libro, hasta la caída de las repúblicas socialistas, corroídas por la radio y la televisión capitalistas. Siguiendo con este enfoque, son muchos los que creen conectadas causalmente a las redes sociales con las revoluciones árabes y las que vendrán.

Es un meme interesante y casi convincente. Sin embargo desde las dudas que abrigó Malcolm Gladwdell cuando insistió en que la revolución no sería twitteada, hasta las observaciones mucho más sutiles de Manuel Castells para quien correlación no es causalidad, desmienten tanta facilidad explicativa.