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De los avatares complejos de tener un padre filósofo

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El domingo es el
día del padre. Hay que comprar un regalo. Qué se le puede comprar a un tipo al
que lo único que le interesa es la Filosofía. 
Durante el transcurso de su vida, mi viejo ha tenido unos pocos hobbies:
jugó al tenis y al ajedrez , estudió (muchísima) filosofía, escuchó
conciertos colgado de la última lamparita del Colón. Por ese entonces existía   un abanico de posibilidades para regalar : hemos
inundado la casa de pelotitas Dunlop y de distintas versiones de las sinfonías
de Beethoven: en disco, cassette y CDís según pasan los años. Intentamos,
con diversa suerte, biografías de ajedrecistas famosos, y algunos 
otros libros dedicados al tema . En los períodos menos imaginativos le
hemos regalado algunos sweaters pero  permanecieron
doblados en el estante correspondiente soñando con la eternidad.
 

El
tiempo ha pasado y mi viejo ya no juega al tenis, podría pero le da fiaca, ni
al ajedrez, tuvo que dejarlo porque le hacía mal a su úlcera, ni concurre tan
fecuentemente al Colón, aunque  creo
que ahora va a los que organiza la Facultad de Derecho los sábados por la
noche.  Eso sí, continúa
cultivando el arte de la Filosofía. La apuesta obvia es entonces, comprémosle
un libro de Filosofía.  Ahí es
donde empieza la dificultad de tener un padre filósofo con un pensamiento
irreductible. O expresado de un modo más simple, nunca sabemos si la vamos a
pegar.


 La
mesita ratona del living que en todas las casas del mundo sirve para que las
visitas apoyen la tacita del café,  en
la casa de mi viejo sirve para contener todos 
libros que él  es capaz de
leer, o contemplar, a la vez. Si nuestro regalo consigue entonces, integrar
parte de la pila de libros de la mesita, entonces Bingo!, hemos  acertado.
Por alguna inflexibilidad que nunca alcancé a entender, o por no ofender la 
sensibilidad del oferente, mi viejo no cambia los libros que no le
gustan: los pone en la Biblioteca. Examinemos por un momento qué hay en  
la mesita (cito de memoria): Bourdieu:
Los intelectuales y el poder, y Sobre la televisión. Cuentos de
Borges. ¿Qué es la Filosofía? en versión  
Deleuze-Guattari.
Algo de Heidegger, algo de Niesztche. La
casa de Dios
, de Samuel Shem, una novela que habla de 
médicos y de medicina en clave humorística: mi viejo es medio hipocondríaco.
Creo que algo de Hannah
Harendt
también había la última vez, sí, y alguna novela de Irvin Yalom,
tal vez El
día que Nietzsche lloró
. Mi viejo es básicamente ateo, pero  la
cuestión judía le interesa sobremanera.

 Con 
esta colección de datos empíricos, podemos salir a comprar el libro,
entonces.  Es viernes por la mañana.
Sé que me demandará tiempo y nervios, por lo tanto elijo salir sola y
tranquila. El primer movimiento es de defensa, no de ataque. Será por eso que
me sale mal. Entro a una sucursal de la librería Fausto y pregunto: ¿Me
podés vender un cheque para que mi papá venga  y lo cambie por el libro que más le gusta? El vendedor me
mira sin comprender, entre  disgustado
y desconcertado, y me dice:no. Pero le podés comprar el libro que quieras, me
sugiere amablemente, y él después se lo cambia. Indudablemente el librero no
conoce la distinción mesita/biblioteca, más arriba explicada, y tampoco sabe
que mi viejo nunca cambia los libros que no le gustan. Simplemente jamás los
lee. Me voy de Fausto, me parece una librería con cero marketing y
desordenada al máximo: parece que ahí  no
leyeron nada de esos libros que venden sobre la experiencia de comprar, la
importancia del espacio y la necesidad extrema de no perder clientes. Me acuerdo
de todo eso y rumbeo para  El
Ateneo
. Ellos sí leyeron todos esos libros.

 Apenas
entro miro sobre el mostrador  de
novedades y ahí sí encuentro algo por lo que arriesgar: es un libro de tapa
amarilla, editado por Taurus, su nombre es
ìLas consolaciones de la filosofíaî
( Taurus, Marid. 2001) . Tiene
fotitos. Parece tener buen rigor teórico, pero a la vez es fácil de leer y pinta
muy entretenido. Su autor , Alain
de Botton
, es un muchacho muy joven, de hecho 
más joven que yo, y parece conocer muy bien cómo relacionar Filosofía
con  vida cotidiana. Ya está,
pienso: Este es el libro. Qué suerte: es sobre Filosofía, su 
punto de vista es  original,
mi viejo no lo tiene, es de publicación reciente, se lee fácilmente, y lo que
es más importante: relaciona las experiencias de la  vida con la Filosofía. Pero… precisamente todas estas
razones podrían hacer que mi viejo odiara 
este libro: el autor es demasiado joven, y es francés, y seguro que no
es tan bueno como era Sartre a la edad de ese jovencito ¿Qué puede saber un
joven de hoy de Filosofía , educado en el seno mismo de la postmodernidad? ¿Relación
con la vida cotidiana? Si  el 
quid de la Filosofía es que precisamente busca un razonamiento
que va más allá de lo material, tratando de capturar la esencia.La Filosofía
deber responder a las grandes preguntas del ser humano, y a las suyas propias,
seguramente. La vida cotidiana es otra cosa. En cuanto a su novedad, a mi viejo
jamás le calentaron las novedades literarias. Más bien todo lo contrario: si
le saco un tomo de las obras de Camus o la poesía completa de Machado, o un
tomo del Ferrater Mora, me corta los dedos. Bueno, mejor sigo al estante de
Filosofía y veo qué más hay.

 En
el estante de Filosofía las cosas no mejoran. La guía por autores preferidos
no funciona: por ejemplo, una vez le regalé un libro de Theodor Adorno: se
llamaba ìAcerca de la metacrítica de la teoría del conocimientoî.
Se lo regalé por, por lo menos, dos razones : en principio, porque salía
barato y yo tenía poca plata. Pero también porque en esa época mi viejo
estaba leyendo a Horkheimer,
y Adorno
era compañero de ruta de Horkheimer. Pero la asociación no
funcionó como garantía:  mi viejo
me miró con cara de nada y el libro pasó a ocupar un lugar en la biblioteca.
Por lo tanto,  que esté leyendo 
a Deleuze Guattari en ìQué es la filosofíaî no es 
garantía de que ìEl Antiedipoî pueda formar parte de la pila
de la mesita . Aparte ìEl Antiedipoî cotiza a sesenta y ocho 
mangos post devaluatorios, cuando no hace mucho salía cuarenta y dos. 
De otros autores más clásicos, ni hablar: nunca sé qué libros de
Heidegger tiene o no, o cuáles de Niesztche le pueden interesar. Porque a mi
viejo no le interesa ìtodoî Heidegger: le interesa el tema de la Metafísica
y el de la cuestión judía, pero no le interesa el Heideger fenomenólogo por
ejemplo. O al menos eso es lo que a mí me parece, porque mi viejo nunca me
cuenta esas cosas. Sólo me mira y yo ya sé. Como me mira si le sugiero que lea
a Saer, y él me dice, yo no leo literatura argentina, no me gusta , mientras
abre algún libro de Borges. Bueno, pero ahora es cierto que flexibilizó su
criterio y lee algo de Andrés Rivera. ¿ Habrá sido mi influencia? A mí me
encanta Rivera.

 No
sé, no  sé, si mi viejo acepta
demasiado  mis sugerencias .. tuve
algunos éxitos con el constructivismo social : Maturana, Joel de Rosnay… mis
ojos se apoyan nuevamente en el homónimo de la obra de Boecio.

 Mi
viejo es un tipo de no molestar. Le gusta vivir y dejar vivir. Creo que hay tres
cosas que le interesan en la vida: que lo dejen en paz, el  bienestar  de su
hija y su mujer y la Filosofía.  Hace
seis meses, cuando contraje formalmente matrimonio, le regalé su paz, al menos,
en lo que está a mi alcance. Su mujer es brillante y está llena de energías.
Por lo tanto por lo único que mi viejo puede molestar(se) es por la Filosofía.
Una vez necesitaba leer la Correspondencia entre Heidegger y
Hannah Arendt , porque a pesar de ser una colección melosa y romántica de
cartas de amor, él sostenía que las contradicciones de la cuestión nazi/judía
en Heidegger estaban expuestas solamente en ese libro. 
Después de haber enfermado a la mitad de los libreros de Buenos Aires
preguntándoles si se  lo podían
conseguir , me mandó a mí a enfermar a la otra mitad. Lo único que coseché
fueron frases del estilo ìEstá agotadoî, y la opinión muy válida del
librero de Prometeo: ese libro es malísimo, me dijo. Poco tiempo después
viajé a Nueva York y se lo conseguí en la exquisita Brentano´s: las cosas
cambian, yo no voy más a Nueva York, y Brentanoís ya no existe.  Estando en Nueva York comencé a leerlo, y pude comprobar
que, en efecto, el librero de Prometeo tenía razón. El problema es que mi
viejo no lee inglés, pero qué remedio, estaba agotado en español. Ofrecí
vanamente contárselo, leérselo o traducírselo, pero no hubo caso: no aceptó,
biblioteca otra vez.  Este año
encontré la Correspondencia... en  La
casa de Jacob
una librería preciosa ubicada en la judería de Toledo, en
España. Finalmente, dije. ì Es que lo han reeditado recientementeî, me contó
la dueña del lugar. Se lo traje de vuelta, esta vez está en español, le dije.
Ah, si este libro… me dijo, bueno creo que el tema ya había dejado de
interesarle…o se convenció de que, como libro, era malo.

 Así
que después de todo….. tal vez escuche mis sugerencias… fui al estante, me
decidí, lo agarré, pregunté el precio, me tomé un café exquisito en el bar
de El Ateneo, pagué y salí. Pero volví a entrar inmediatamente, y en un
movimiento que se sabía vano desde el principio, pregunté al empleado de la
caja : ¿cómo hace mi papá para cambiarlo si no le gusta?

Publicado enVida Cotidiana

Un comentario

  1. No sé cómo he llegado a este sitio.Me ha producido un gran gusto,leer un relato tan ameno,ágil como novedoso; asunto no doméstico,nunca banal,mas,siempre intuitivo e inteligente.Esteticamente limpio y puro.(Hermoso)

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