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Día: 6 junio, 2004

Luna de Avellaneda averiada

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La globalizacion -como el ser aristotélico- se dice de muchos modos. Pero lo que generalmente falta en las criticas y las endechas globalifonicas es algo tan propio del análisis erudito y del cuantitativismo que se pierde de vista lo mas rico. La comparación, el contraste, la puesta en resonancia de los opuestos y -sobretodo- la capacidad de revisar las distancias -mensuradas- y ver como se las puede revertir. Para que no se nos acuse de acusadores de nosotros mismos nos explicamos. Hace pocos días se estrenaron dos buenisimas películas en nuestro país. La primera -jugando con el éxito indiscutido de El hijo de la Novia– fue Luna de Avellaneda también de Juan José Campanella . Que tiene sus golpes bajos, que apela demasiado a la nostalgia, que endiosa al pasado como si la miseria y la maldad las hubiésemos inventado hoy. Que juega con estereotipos y que es solo comprensible para argentinos redomados. Pero que es también una invitación a la recuperación de la identidad y de la memoria. A una aceptación de lo que nos gusta y a la reinvencion de un mundo mejor y donde -como siempre- las actuación de Ricardo Darin, y hasta de Mercedes Moran, son antológicas.

Roma non fa la stupida stasera

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Siempre me repica en los oídos y hace poco tuve oportunidad de volverla a escucharla entera. Se trataba de la mítica grabación de Rugantino una comedia musical de Garinei & Giovannini con música de Armando Trovajoli entre las que se destacaba Roma non fa la stupida stasera– que escuche por primera y única vez en vivo en el teatro Coliseo en 1964. La había traído a la Argentina la compañía que en ese momento lideraba Nino Manfredi y que contaba en sus filas a la voz increíble de Aldo Fabrizzi y una hermosisima y mas que voluptuosa Ornella Vanoni en plena juventud.