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Luna de Avellaneda averiada

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La globalizacion -como el ser aristotélico- se dice de muchos modos. Pero lo que generalmente falta en las criticas y las endechas globalifonicas es algo tan propio del análisis erudito y del cuantitativismo que se pierde de vista lo mas rico. La comparación, el contraste, la puesta en resonancia de los opuestos y -sobretodo- la capacidad de revisar las distancias -mensuradas- y ver como se las puede revertir. Para que no se nos acuse de acusadores de nosotros mismos nos explicamos. Hace pocos días se estrenaron dos buenisimas películas en nuestro país. La primera -jugando con el éxito indiscutido de El hijo de la Novia– fue Luna de Avellaneda también de Juan José Campanella . Que tiene sus golpes bajos, que apela demasiado a la nostalgia, que endiosa al pasado como si la miseria y la maldad las hubiésemos inventado hoy. Que juega con estereotipos y que es solo comprensible para argentinos redomados. Pero que es también una invitación a la recuperación de la identidad y de la memoria. A una aceptación de lo que nos gusta y a la reinvencion de un mundo mejor y donde -como siempre- las actuación de Ricardo Darin, y hasta de Mercedes Moran, son antológicas.


Ah y ya la vimos mas de 285.000 espectadores. De la otra película Los guantes mágicos de Martín Rejtman estrenada hace pocos días podemos decir también que vale mucho, mas alla de que solo la hayan visto 8.000 espectadores en 7 salas. Pues bien mas alla de grandes o de pequeños éxitos las dos películas han ido barridas de la pantalla porque hacia falta dejarle el espacio libre a la tercera de la saga de Harry Potter El Prisionero de Azkabán con sus 140 copias. Que esta vez -gracias al talento oscuro del mexicano Alfonso Cuarón– parece que por fin mejoro la puntería. Aunque ese sea otro tema. Pero en el país quedan solo 1000 salas y de ellas 350 han sido copadas por Harry Potter, El día después de mañana y Troya. Je ven ahora lo que es la globalizacion. La distribucion es destino y el poder de algunos puede mucho mas que el talento y las ganas de ver cine en la pantalla grande de los argentinos. Con gran sorpresa, el éxito de la película de Pol-ka fue «premiado» conel levantamiento de salas. Y lo mismo paso con La niña santa, de Lucrecia Martel con sólo 20 copias. Actualmente, a pesar de los 100 mil espectadores que convocó, La niña… sólo tiene funciones en el Abasto, el Savoy, el Gaumont y el complejo Tita Merello. Por eso -dentro de este capitulo tan vilipendiado que es la ausencia de políticas culturales- necesitamos una política de pantalla, es decir… poner un límite a las copias por complejo cinematográfico y mejorar la permanencia. No se trata de poner al cine argentino en el lugar de obligación. Se trata de impedir la arbitrariedad contra las películas argentinas, de impedir que las excesivas pretensiones comerciales de las grandes compañías norteamericanas pongan en peligro la pequeña temporada de estrenos argentinos. La critica de la globalizacion pasa pues por menos bla bla bla y mas acciones concretas que reviertan estas asimetrías mensurables y desgraciadas. Y que no nos corran con que el mercado se ajusta a los gustos, cuando es exactamente al revés la sensibilidad, el gusto, la estética,. la finalidad sin fin que es el arte se dicen de muchos modos, y no hay motivo -los franceses resisten mas que bien en este rubro- a que Hollywood nos programe nuestra rol de espectadores. ¿O si?

Ver la nota de Mariano Blejman El cine nacional frente a las grandes cadenas. Tanques para que arda Troya

Publicado enReveladores

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