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¿Los maestros son el problema o la solución, o parte de los dos? Porque nos hace falta la magia de la «emprendedoridad»

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Demasiada enseñanza y muy poco aprendizaje.

Si bien no vivimos en México por lo cual difícilmente alguien nos diga maestros y aunque nuestras clases están a años luz de las de Adrian Paenza o las de Bernardo Houssay, por lo cual difícilmente algún alumno nos califique como tales, muchos de los que lidiamos con el triángulo de las bermudas de la tecnología, el diseño y los negocios, enancados en el eje de la epistemología, también somos maestros.

Lo somos cuando nos paramos frente a una clase, lo somos cuando armamos un programa y elegimos la bibliografía, lo somos cuando decidimos qué método de evaluación servirá para someter a prueba nuestras capacidades oratorias u organizativas de la información y sobretodo cuan bien o mal encaminadas están nuestras acciones en dirección de la transmisión de saber, el hacer, las habilidades, las competencias, las estrategias, los formatos de interrogación y auto-interrogacion y toda la parafernalia de la que se jactan esas disciplinas tan precisas (y tan poco expresivas) como son la pedagogía, la didáctica, la psicología del aprendizaje y alguna otra rama del saber por el estilo.


Pero en las situaciones de aprendizaje formal los maestros somos solo una pata de la ecuación. Para entender lo que pasa en la clase hay que incluir muchos otros ingredientes como ocurre en una buena receta. Desde las tecnologías del conocimiento disponibles, el nivel de preparación intelectual de los alumnos, los diseños curriculares y los contenidos básicos comunes, pero también muchas otras cosas mas.

Y muy particularmente la organización escolar, el formato aula y el formato escuela, las burocracias que subtienden esta organización y muy especialmente las inercias y los condicionantes de la práctica escolar en entornos concretos y contextualizados.

Si aburrimos con esta enumeración es porque cada vez que decimos que la escuela no funciona, que los chicos no aprenden, que los maestros no enseñan, que el sistema está caduco y tantas otras críticas romas y rimbombantes, difícilmente estemos en condiciones de controlar alguna variable y determinar cuales de las examinadas -y en que proporción- son responsables de este desaguisado permanente.

Antes de meternos en tema mas detalladamente cambiemos el estilo y la retórica, porque la gran declamación no sirve para nada y la gran indignación solo encubre resentimiento y desconocimiento.

La educación como patito feo de la práctica social

La educación siempre anduvo mal en todo tiempo y en todo lugar. Ya sea porque no fue lo suficientemente inclusiva, ya sea porque no estuvo debidamente actualizada, ya sea porque sobreenfatizó lo instrumental y lo filolaboral, ya sea porque generó demasiado espíritu crítico pero demasiado poco espíritu emprendedor.

La escuela como la alfabetización, nunca es suficiente y siempre queda mucho por hacer, desear, imaginar y sobretodo implementar. Y no es precisamente copiando al vecino (especialmente a aquellos que descollan en las pruebas PISA) como reinventaremos nuestro sistema educativo.

Por algo los finlandeses se han aburrido de que intentasen clonarnos insistiendo en que NO existe un modelo finlandés. Allí se trata simplemente de que los docentes ganen muchisimo (de 2.000 euros para arriba), que todos los de la escuela primaria tengan maestría y los de la secundaria doctorado, que tengan el privilegio de no trabajar en el verano única época del año en la que hay sol, que puedan viajar para capacitarse y sobretodo que sean reconocidos socialmente. Una bicoca.

Por ello tampoco será adoptando el proyecto OLPC dando por cerrado el debate a través de una inmersión masiva en computación par a par, objetaran por el otro wing los tecnofobicos que zanjaremos de cuajo el problema. Seguramente, pero esa es otra discusión que estamos dando en otro foro. Hoy queremos decir un par de palabras sobre el paraguas que engloba gran parte de la discusión precedente ligado a la posibilidad de cambio en la escuela en general.

Porque esto va mas alla de buenos y malos maestros, de mejores o peores intenciones, de especulaciones conceptuales o de testeos mas o menos garantizados y bendecidos por el sambenito de la cientificidad.

Y para no poner el dedo en la llaga local hagamos una excursión por el país del norte, que visto desde lejos parece un oasis de posibilidades de buena educación y que en rigor es un buen desastre como nos lo acaba de recordar Harold Henderson autor de la reciente Let’s kill Dick & Jane How the Open Court Publishing Company Fought the Culture of American Education.

Matando a Dick & Jane

En esta obrita de modestas proporciones el autor un redactor estable del Chicago Reader insiste en que el establishment educativo norteamericano (ni que decir del nuestro) tiene una capacidad infinita de transformar las mejores ideas para el cambio -ya sea que vengan de la izquierda. el centro o la derecha- en un bebe muerto. Y lo hace mostrando como tiró al bebé con al agua sucia de la bañadera adoptando estrategias de alfabetización en la lectura terriblemente mal encaminadas

El titulo del libro mas que esotérico para nuestros oídos remite a una anticuada teoría de la lectura en boga a mediados de los 50 en USA, según la cual los chicos deben memorizar la apariencia de las letras independientemente de la comprensión de la fonética. La teoría hace rato que fue liquidada en USA gracias a la aparición en 1955 de la obra Why Johnny can’t read: And What You Can Do about It de Rudolf Flesch que hizo lo imposible para volver a la instrucción fonética.

Convirtiendo en acción estas nuevas teorías y prescripciones un matrimonio norteamericano formado por Bloure & Marianne Caeus, muy influidos por la dura formación germana, y fascinados por la excelencia del Gymnasium alemán abrieron en 1962 la editorial Open Court donde acompañados por una banda de entusiastas y especialistas creando materiales muy innovadores para la enseñanza de la lectura.

De lo que se trataría de ahora en mas seria de educar a las masas norteamericanas en forma tan rigurosa como se lo hacia con las masas alemanas. En un twist latouriano inesperado el autor del libro muestra como a través de la historia del fracaso de una empresa editorial se puede entender mucho las limitaciones y las contrarrevoluciones educativas que pueden anular la reforma mas ambiciosa.

Mas alla de la antinomia tradicionalismo vs progresismo

La visión de Open Court buscaba anular la falsa dicotomía entre habilidades tradicionales y significado progresista, poniendo el énfasis mucho mas concretamente en lo que anda y funciona. Nada curiosamente al enfatizar ambas dimensiones contrapuestas lograron malquistarse con los proponentes de las otras posiciones. Quienes mas se opusieron a sus prácticas fueron los proponentes del Lenguaje Total que rechazaban la instrucción de términos de habilidades especificas a favor de los contextos significativos. Que esotéricamente implicaba suponer que aprender a escribir era algo tan natural y espontáneo como aprender a hablar.

Obviamente la gente de Open Court imaginaba que deprivar a los chicos del aprendizaje de esas herramientas era una forma de aumentar las brechas y condenarlos al ostracismo -critica interesante que se reitera estos días ante cierta lectura de las propuestas de Papert y de Negroponte respecto de la alfabetización espontánea par a par.

Lo concreto es que Open Court sufrió en carne propia la resistencia del establishment educativo que boicoteó permanentemente sus investigaciones e implementaciones logrando bloquear incluso, cuando se abrió la ventana de la oportunidad de un nuevo curriculum en el estado de California a principios de los 80 requiriendo esos materiales, su difusión masiva.

Tanta resistencia limó el músculo financiero de la editorial que finalmente fue vendida a McGraw Hill en 1996. Y si bien esta logro duplicar las ventas de sus materiales, este traspaso no incidió mayormente en la adhesión de los destinatarios obligados de los esfuerzo de Open Court que eran los maestros.

Cuando el rechazo se debe mas a la inercia que a la ideología

Los docentes individual o colectivamente, en solitario o sindicalizados jamás tomaron en serio sus propuestas y su rechazo obedeció mucho mas a la inercia que a la ideología. El contraste entre los integrantes de Open Court y un maestro era tan grande como la distancia que va de la tierra a la luna.

O mas prosaicamente entre una mentalidad y una práctica asociada al mundo escolar, basada en la repetición, el status quo, la eterna clonacion de lo mismo y otras prácticas mucho mas cercanas a las de la innovación infantil y el espíritu emprendedor que salvo excepción jamás se encuentra en las escuelas. O es acallado por ellas.

Porque como este ejemplo nos lo muestra en forma acabada. efectivamente lo que necesitamos es una reforma… -pero no del sistema en abstracto sino de la mentalidad escolar que debería ser atravesada por la magia de la «emprendendoridad» (o capacidad emprendedora o casi me atrevería siendo banal a hablar de una inteligencia emprendedora algo que hasta ahora no escuche ni de Gardner ni de Goleman).

Como lograr este traspaso cuando la tarea docente nunca paga mas que migajas y además no tiene un ápice del glamour que vemos asociado a las innovacioens exitosas -salvo en el caso finlandés. Epa no nos bandeemos demasiado con una propuesta de esta naturaleza. Puede ser, pero la provocación es siempre mucho mejor consejera que la autocomplacencia o directamente la inercia. Mas variables que sobreabundan en el universo escolar y que nos obligan a buscar entender mucho mejor que es esto de la reforma… de la cabeza de los maestros para poder sintonziar con el deseo de los chicos.

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