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Cuatro años compartiendo el día a día con el gran Franz Kafka

janouch.jpgLa frontera entre ficción y realidad es cada día mas porosa. Lo que a lo mejor no es bueno ni para la ficción ni para la realidad. Lo cierto es que cada día encontramos mas biografías que parecen inventos y mas inventos que parecen biografías.

Hace ya varios años que la ética del escándalo ha sustituido a la ética de la autenticidad, como si ambas estuvieran tan distantes una de la otra. Por cierto una noción valiosa como la de construcción del universo de ficción resulta mas que valiosa para mostrar que tanto identidades supuestamente biológicas, como identidades sintéticas encarnadas en personajes de ficción no tienen nada de natural y son el resultado de construcciones multideteminadas que tienen en múltiples anclajes y estrategias su basamento tanto conceptual como su inteligibilidad.

Si nos ponemos un poco solemnes con esta introducción lo es simplemente porque nuestra mirada y grilla de lectura de los últimos meses está cada vez mas atravesada por las series de televisión de calidad, y muy especialmente por House, que curiosamente merecería una tratamiento mucho mas integral e interesante que el que existe hasta ahora en los libros de factura muy light o directamente desperdiciados que dicen abarcarlo.

Pero saltando continentes, un siglo casi en el tiempo y regodeándonos en una operación de construcción de realidad no menos compleja y bastante bien sucedida como es una biografía nada literaria de uno de los mas grandes literatos de principios del siglo XX como fue Franz Kafka, nos encontramos con analogías, indicios, marcas y juegos de descifrado no menos interesantes y fascinantes como los que cada noche nos regala House en sus repeticiones por Universal Channel.

Nos referimos a Las Conversaciones con Kafka de Gustav Janouch que fueron traducidas al castellano por Rosa Sala y publicadas por Ediciones Destino y de la cual afortunadamente me agencie una copia hace un tiempo en España y que leí a los saltos entre la quinta en Pilar y el soponcio veraniego en Buenos AiresFranz Kafka y Gustav Janouch se conocieron en 1920, cuando el primero tenía 37 años y el segundo 16.

Durante cuatro años (los últimos de la vida del autor de La metamorfosis) fueron maestro y discípulo, modelo y aprendiz, tutor y protegido.Si no hubiese sucedido podríamos haberlo inventado. Que un padre bastante riguroso pero al mismo tiempo enormemente comprensivo le informase a su hijo que lo esperaba en sus oficinas de Inspector de Seguros en Praga en el año 1920 no es ni un buen comienzo para una novela, ni manifiesta mayor interés como biografía a menos que sigamos leyendo y nos enteremos de que la visita que se estaba preparando era para ver al gran Franz Kafka.

Durante los cuatro años siguientes, los últimos que habría de pasar en este mundo, Kafka tomó bajo su tutela a aquel adolescente y pasó largas horas con él, en esa misma oficina y por las calles y cafés de Praga. El joven Janouch anotó devotamente en un cuaderno las cosas que le dijo Kafka a lo largo de esos cuatro años que terminarían con la muerte de Kafka y el suicidio del padre a escasos 21 días uno del otro en 1924.

El libro tuvo una historia no menos extraña y el prólogo y la edición final son desde el principio al fin una odisea penosa y trágica que convirtieron la vida de este pobre Janouch en un calvario, de la cual su elección como confidente de Kakfa podría verse mas como un costo a pagar que como un regalo a atesorarJanouch vivio una época terrible: la caída de Weimar, el advenimiento del nazismo, la guerra. Paradójicamente aunque Janouch combatió en la Resistencia, al volver de la clandestinidad fue sometido por el nuevo régimen a quince meses de “prisión preventiva” en la cárcel de Pankrác. Los siguientes veinte años no habrían de ser mucho mejores.

Además de sufrir en carne propia tantos padecimientos Janouch prácticamente no conocía casi nada de la obra de Kafka porque su obra mas importante sería publicada póstumamente por Max Brod desde Palestina (desoyendo famosamente el expreso pedido que le había hecho Kafka antes de morir). Para Janouch, Kafka había sido una referencia clave en su vida, pero a el él escritor que devendría épico le interesaba poco y nada. Le costó muchisimo convertir a sus aforismos en libros, tardó 2 años en verlo impreso y cuando finalmente apareció lo encontró totalmente mutilado imaginando que Brod lo había censurado, lo que le amargó los últimos 17 años de su vida.

Janouch se consideraba un testigo indigno de transmitir el poder visionario y la santidad ejemplar que representaban Kafka para él. Encima su esposa murió luego de una enfermedad y su hija perdió la vida en un accidente. Janouch ni siquiera pudo pagar los gastos de ambos entierros: sus únicos ingresos, fruto de un trabajo de casi dos años de traducciones que le había dado de favor una amiga en una editorial, se desvanecieron en el aire cuando la editora se suicidó y la persona que la reemplazó se negó a respetar el acuerdo verbal original.

Janouch se derrumbó física y psíquicamente. Comenzó a perder la memoria, hasta entonces prodigiosa. Se encerró en su habitación de la calle Narodny para dejar en orden sus papeles y ceder lo poco que tenía de valor a los amigos que le quedaban.

Como lo dice sordidamente en el libro su plan era suicidarse allí mismo una vez que hubiera concluido su inventario. Pero al vaciar una valija de cartón que acumulaba polvo y telarañas encima de un ropero, encontró, entre un sinfín de viejísimas partituras, el cuaderno con sus anotaciones manuscritas sobre Kafka. Y, adentro, dobladas en dos, un puñado de hojas mecanografiadas: los pasajes omitidos del libro Conversaciones con Kafka. Brod nunca los había recibido. La mecanografa Jana Vachovec los había traspapelado en el apuro y envió el texto a Brod sin incluirlos.Gustav Janouch logró morir en paz en Praga, en 1968, pocos meses después de tener en sus manos la nueva edición, ahora completa, de su libro. Pero su vida fue un infierno. ¿Causado por su contacto con Kafka? Sería mas que estúpido imaginar una causalidad tal. Pero la tragedia de uno por algún insondable misterio arrastró al otro. No deja de ser paradójico que quien mejor conoció a Kafka haya sido quien poco o nada lo leyó y que mucho de lo que Kafka escribió pareció convertirse en el guion de la vida del pobre Janouch.

Compré el libro de Janouch hace un par de años. Intenté empezar a leerlo el año pasado pero no avancé casi nada. este verano lo devoré. Intente saber mas de algo acudiendo al Santo Google, pero no había gran cosa a excepción de una nota de Juan Forn en Radar de hace un par de años. Me la devoré y encontré que había señalado y transcripto gran parte de los pasajes que tambièn me habían llamado la atención. Glosarlo fue leer a Janouch a dúo.

Referencias

Varios biografías canónicas sobre Kafka incluyendo la de Janouch

Algunas biografias adicionales

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