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Semiosis aumentadas. Los otros animales, plantas, máquinas, aliens.

Hace décadas que venimos fascinados con la comunicación zoosemiótica. Revisando los extensos anaqueles de papel que conforman nuestros itinerarios meméticos entre 1970 y 2010 (antes de que los ebooks empezaran a competirle al punto de contar ya con un 50% con títulos mucho mas recientes que los de la gigantesca biblioteca), encontramos decenas de volúmenes sintonizado en las preocupaciones que este cuatrimestre desflecaremos en Escenarios de Futuro en @udesa dedicado a las semiosis aumentadas.

Es cierto que no todas las dimensiones que trabajaremos este año (Aliens, Vegetales, Animales y Máquinas) están igualmente representadas en las colecciones en papel. Antes de sumar mas de varios centenares de títulos nuevos en digital, teníamos una veintena de ejemplares sobre animales, una decena sobre vegetales y aliens, y casi un centenar sobre máquinas.

Se trata de material muy desparejo que utilizamos para la redacción de algún articulo en alguna compilación, para presentar como paper en alguna conferencia esotérica (fuera de los marcos disciplinarios), y que siempre abonaron la idea de multiplicar los puntos de vista, expandir las fronteras del conocimiento y, sobretodo, abrir caminos en dirección de pensar/sentir/imaginar ”como” o “en” los otros.

Algunos libros son fundacionales, la mayoría data de los años 1970/80 centrados desde el proyecto SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence), pasando por los nombres propiciatorios de la conversación humano/animal como fueron Sarah la chimpancé estudiada por David Premack; Kanzi el bonobo estudiado por los Rumbaugh, Wattana la orangutana estudiada por Chris Herzfeld, el ganso Pee estudiado por Bernard Heinrich o el loro Alex estudiado por Irene Pepperberg y ¿que decir de Washoe el chimpancé estudiado por el matrimonio Gardner? Hasta llegar a decenas de investigaciones en inteligencia artificial -no por nada dedicamos casi 25 años a ventilar estas cuestiones en @datosuba.

Pero no hemos venido a alardear de pasadas glorias, sino a honrar la publicación reciente “Nosotros somos los otros animales” (FCE, 2022) de Dominique Lestel desarrollador de una etología filosófica que explora las «intoxicaciones conjuntas de lo humano y lo no humano» que habia previamente engalanado nuestras estanterías con un titulo muy controversial como fue Paroles de singes. L’impossible dialogue homme-primate (1995).

Para Lestel, si estos monos “hablan”, no tienen nada que decirnos. La principal particularidad humana, más que la comunicación simbólica que encontramos en varios animales como Alex, Washoe o Kanzi, en diversos grados, es la capacidad de contar historias y participar en narrativas -algo que ellos aún no pueden hacer espontáneamente, a menos que sean «provocados» por los humanos.

Dominique Lestel forma parte de una corriente constructivista no relativista que encuentra su fuente en la obra del filósofo napolitano Giambattista Vico, y en la de pensadores más contemporáneos como Isabelle Stengers o Francisco Varela. Busca desarrollar una «filosofía de campo» fuertemente influenciada por David Thoreau, filósofos ambientales escandinavos como Arne Naess o el estadounidenses Paul Shepard, y australianos como Val Plumwood, pero también con filósofos no académicos como Günther Anders.

Sobre estos trasfondos se despliega su nueva obra alumbrada en una estancia en el Center for Advanced Studies in the Behavioral Sciences de la Universidad de Stanford entre 2018 y 2019.

Ya en Parole de singes.… Lestel mostraba que las investigaciones sobre simios antropoides presagiaba una forma muy original de estudios donde los animales tienen un estatus de pareja más que de sujeto de estudio. También analizaba la hostilidad de la psicología experimental frente a estos trabajos demasiado originales para los paradigmas de la época (todavía para los de hoy) y preanunciaba algunas brillantes distinciones contenidas en la obra que acaba de traducirse al castellano, una joyita de 100 páginas pletórica de observaciones, referencias y argumentos pro-inteligencia animal.

Existir en el lenguajear

La filosofía occidental ha sido históricamente anti-animal y anti-ecológica. En el último medio siglo emopeza a haber un cambio de mirada respecto de los animales, pero hasta ayer nomás el resultado es insuficiente porque cae frecuentemente en el binarismo. De animales-máquinas (según Malebranche no podían sufrir cuando los maltratábamos porque solo estaban hechos de engranajes), los hemos convertido en animales-peluche (¿Para qué matarlos si podemos acariciarlos? parecen querer decir los veganos) Desconfiemos de estas inversiones, la búsqueda del bien es tremendamente peligrosa.

Nuestro amor por los animales es peligroso porque moraliza (quien no empatiza con ellos debería ir a la cárcel) y porque desconoce la ”quidattas” animal subordinándola siempre a un neo-maternalismo que los convierte en víctimas.

Una ontología de la mixtura exige poder definir ¿qué es un animal?, ¿cómo darle el lugar que se merece en nuestras sociedades?, y ¿qué podemos hacer con él? El desafío es notable: ¿cómo construir vidas comunes con los distintos de los humanos (Alfred Irving Hallowell)?

Lestel en un lenguaje muy afín al de Humberto Maturana es contundente: solo existimos en la existencia de otros seres vivos: los animales, los vegetales, los hongos, los viruses. Quien tenia clarísima esta postura entre los grandes zoofuturólogos mencionados por Lestel, fue Paul Shepard para quien ya hace casi medio siglo atrás el humano se constituía en la textura de la animalidad. Propuesta que mas que ecológica es ontológica. De alli el título del libro de Lestel y porque su propuesta no tiene nada que ver con el amor, y mucho menos con la moral. Lo que no quita que las ganas que tiene (que tenemos) de compartir nuestra vida con los animales es inevitablemente otra forma de adquirir una inteligencia superior.

Bye bye ilusión de domesticación

Nunca comprendimos qué significa “domesticar” a un animal. Para Pat Shipman; la conexión animal es constitutiva de nuestra deriva humana. Somos como somos no solo porque venimos de animales sino porque somos con/en los animales.

Primero los explotamos y observamos. Según Shipman después la práctica de la caza nos vinculó con ellos. El desarrollo del arte con la presencia masiva de figuras animales mostraría que las paredes de las cuevas fueron mesas de estrategia para mejor cazar -todo discutible pero muy imaginativo. Lo que es una distinción clave es imaginar como hace recientemente Shipman en The Invaders. How Humans and Their Dogs Drove Neanderthals to Extinction, que una alianza entre Sapiens y el lobo marcó el fin del Neandertal.

El libro golpea fuerte y está lleno de agudos señalamientos y sugerencias. Para Lestel mejorar nuestro conocimiento de la cohabitación con los animales pasa por analizar cuatro dimensiones: la explotación industrial; la traslocación/colección; la experimentación y la proximidad significante.

Los números de explotación animal que brinda son dantescos lo mismo que el tráfico de animales salvajes. Un elefante libre puede vivir 70 años, pero apenas 14 en cautiverio. En los años 70 había mas de 200 millones de animales sujetos a experimentación. Ni qué decir de la cantidad de animales de compañía que hace 30 años eran 235 millones en USA, y hoy se calculan en más de 600 millones de gatos y 500 millones de perros en el mundo. Pero en la mayoría de los casos este devenir-peluche del animal no ayuda a cohabitar con ellos, como tampoco lo hace su definición como animal cobayo o proveedor de carne.

Y así como no es bueno convivir con perros y gatos para quienes el amor humano es como una droga, desconocemos que los animales con los que vivimos se tornan invasores mientras que las poblaciones de animales salvajes declinan desde hace decenios -como bien observaría Bertonatti en la charla-review mas abajo.

Los únicos que no caen bajo nuestro hechizos son los animales bribones como la rata, el jabalí o los loros, invasores de casas e indomesticable -ninguno demasiado querible,. Por eso mismo serán ellos los nos sobrevivirán (no nuestras desanimalizadas mascotas) porque cuando queremos explotarlos siempre se oponen a nosotros.

Moralismo y militancia extrema vegana

Uno de los capítulos mas llamativos del libro de Lestel es su deconstrucción de las contradicciones y del moralismo veganista recalcitrante. Hay muchos justificativos para “devenir” vegano. Desde la repugnancia psicofisiológica hacia la carne, hasta el rechazo a la necesidad de matar a un ser viviente para comerlo. Pero históricamente (tanto para pitagóricos como para los pueblos autóctonos) los motivos para ser veganos eran mas bien religiosos o espirituales (aumentando la distancia con el animal) e inclusive estéticos (carne que destruía la armonía vegetal), no morales y binaristas como los actuales.

Aunque pueden recuperarse algunas de estas razones, el veganismo dominante de hoy es moralista y militante. La suya es una decisión societal que debe generalizarse y -en lo posible- imponerse (hay ejemplos de asimilación de la violencia ejercida sobre las mujeres trasladadas a los animales).

A contracorriente de la mayoría de los análisis del veganismo, Lestel lo crucifica como un neo-binarismo, ya sea porque opone el buen vegano al mal carnista, ya sea porque contrapone al animal que no debe comerse frente al vegetal que puede y debe ser comido. Quizás una de las cegueras epistemológicas mas brutales de los veganos es ignorar el exquisito mundo de la inteligencia y la sensibilidad vegetal (Mancuso; Marder). Si les prestaran atención constatarían que no hay que comer plantas si se toman en serio los criterios aducidos para no comer animales.

Como bien dice Cora Diamond en Philosophy and Animal Life no es que no comemos al humano porque es humano, sino precisamente porque no podemos comerlo es que deviene humano. Si los veganos fueron consecuentes (no-moralistas) deberían ampliar no la esfera de lo moral sino el espacio de lo humano: cualquier animal debe concebirse como una especie de humano.

Volviendo a un aspecto sobre el que insistió Gabriel Giorgi esta semana en su presentación del libro de Lestel en Buenos Aires, el verdadero problema del veganismo (que es también el de la liberación animal atada a las posturas de Peter Singer de mediados de 1970) no es el problema moral del consumo de carne, sino el problema político de la ignominia de los criadores industriales y la situación ecológica del planeta (como también mencionó con detalles y excelentes argumentaciones Claudio Bertonati en este diálogo).

A menos que los veganos se alíen con los carnívoros éticos no habrá solución a esta salvajismo. Y aunque lo hubiere hay otro obstáculo mucho peor que todos estops devaneos, se trata de la “carrying capacity” de la vida sobre la tierra.

El hipercapitalismo humano ha llevado a duplicar cada vez más rápido la población , a destruir cada vez más velozmente a los entornos, justificando la necesidad de alimentar la creciente población [aunque hay dudas acerca del malthusianismo dominante (como podemos comprobar en Empty Planet. The shock of global population decline de Darrell Bricker & Jon Ibittson que postula una declinación brutald e la pobalción humana para el año 2100].

Lo dijeron con mayor o menor énfasis Paul Shepard, William Vogt; James Loveck (el de la hipótesis Gaia) “A mas humanos menos otros grandes animales”. Corine Pelluchon atizó el debate al abogar por un nuevo contrato social que haga justicia a la biosfera, a toda la vida y a las generaciones futuras. La libertad depende del «amor a la vida» y de compartir lo que nutre con los demás. Y para ello hace falta reinventar las instituciones democráticas para sostener esta ética de la vida. Menudo desafío

El inesperado status ontológico de plantas y hongos

Michael Marder en Plant Thinking. A philosophy of vegetal life (2013) una obra inesperada que explora la anti-metafísica vegetal; el alma y el cuerpo de las plantas, su existencialidad temporal, su libertad y sabiduría ,investigó en detalle la complejidad cognitiva y emocional de las plantas

Ahora sabemos que las arvejas comunican su estrés abiótico, que las plantas de tomates distinguen entre distintos tipo de sombras, tenemos especialistas en neurobiologia de las plantas, y nuestra incapacidad de reconocer que la frontera entre planta y animal es cada vez mas borrosa -como lo testifica la Elyisia chlorotica una babosa de los mares que es a la vez una planta y un animal,- muestra el agotamiento del paradigma binarista.

Lo mismo pasa con los hongos que dado nuestro zoomorfismo no aparecen en el radar de casi nadie como vivientes pero menos aún como inteligentes. Entre 1940 y 1970 se descubren (y silencian) a los hongos psicotrópicos. Lamentablemente la intoxicación de la conciencia que ellos propiciaron fue lavada teológicamente. Porque se pretendió usarlos para buscar a Dios, para que fueran usado solo por los elegidos y su consumo se convirtió en un problema político

Como siempre el pionero en estas lides fue un outsider total como Gordon Wasson un banquero de Wall Street creador de la etnomicología quien, con su esposa rusa, Valentina Pavlovna Guercken, buscó comprender cómo los hongos alucinógenos cambiaron la cultura humana al lanzarnos a una dimension espiritual previamente inaccesible.

Lestel remacha sus argumentos una y otra vez, si los hongos (o las plantas o los animales) no nos hablan es porque estamos imposibilitados para escucharlo. Somos animales que tendemos a concebir a las plantas como animales un poco raros. Para peor si nos encontramos con híbridos como la Elyisia chlorotica todas nuestras categorías se desbarrancan.

Por eso sorprende y entusiasma la tarea que viene haciendo Natasha Myers una especie de Latour canadiense de 38 años en femenino, que trabaja con imágenes, hace una filosofía de la ciencia de labs asombrosa, y es una experta mundial en la neurobiologia de las plantas buscando intensificar la conexión con ellas a través de la danza. Myers quiere comprender sus tropismos y ritmos para inmiscuirse en sus temporalidades.

En todos estos autores lo que vemos es un repliegue del pensamiento simbólico y un pasaje a una forma mas infantil como es el pensamiento simbiótico. Ya no se trata de construir representaciones del mundo sino de sumergirnos en formas de pensamiento mas metabólicas que desplacen la inteligencia de lo conocido y percibido, a lo sentido y a lo vivido.

Antroponegación

Uno de los mejores primatólogos contemporáneos como es Frans de Waal acuñó la noción de antroponegación -simétrica del antropomorfismo-. Consiste en negarse a atribuirle al animal comportamientos que son manifiestamente vecinos a los del humano, por su cercanía con éstos.

Ya no alcanza con una etología animal para entender todas estas dimensiones zoofuturistas [cada vez mas afines con el diseño especulativo pero bien arraigadas en la tierra], lo que necesitamos es una etnología de sus sociedades. Algo que en el caso de los chimpancés trabajaron longitudinalmente durante décadas pioneros como Jane Goodall y Toshida Nishida.

Mientras hay un montón de ismos que no nos dejan avanzar en la comprensión y el planteo de nuevas relaciones con los animales. Se trata del antropocentrismo, el antropomorfismo, el primatocentrismo, el mamiferocentrismo y hasta el zoocentrismo. Así como la ciencia occidental pierde de vista numerosos rasgos de vida de los humanos no-occidentales, la cuestión se complica aun mas cuando se trata de entender a los no-humanos que viven en otras culturas no-occidentales.

Como bien decía el etnobotánico Andre-Georges Haudricourt, del hombre el caballo aprendió a correr, el pájaro a cantar y la rana a saltar. Pero al revés el animal nos enseña el ritmo, el animal nos lleva a movilizar las energías del mundo para actuar con eficacia permitiéndonos ser verdaderamente humanos.

Si nos tomamos en serio la proximidad humano/animal lascculturas mas interesantes son las que encuentran animales con la reputación de haber sido tutores para el humano.

Animales singulares

Entre los múltiple hallazgos del viaje que nos propone Lestel los animales singulares juegan un rol central. La etología siempre se ocupó de especies nunca de nombres propios. Éstos sólo corresponderían a los investigadores y, para peor, encontrar idiosincracias en los animales sería sinónimo de acientificidad y anécdota.

Si algo nos enseñaron las vidas dedicadas a cohabitar con animales de personajes mas que humamos como James Goodall, Christophe Boesch o Joyce Poole es que el animal singular no difiere de otros por características secundarias, sino que muestran comportamientos y cogniciones que lo singularizan como al más destacado de su especie.

Lo decíamos mas arriba aludiendo a Sarah y Washoe los chimpancé,s Kanzi el bonobok, Wattana la orangutana el increíble loro Alex. Todos ellos prodigios de su especie, son los MENSA del reino animal.

Para no confundir las cosas, recordemos que cualquier comportamiento animal debe ser explicado en términos de causas y no en términos de razones, porque el animal pertenece al reino de la naturaleza y no al de la cultura.

Cómo todo esto resulta muy difícil de entender y mucho menos de interiorizar como una nueva deontología de lo híbrido, necesitamos crear una nueva especie de investigadores híbridos mitad zoólogos mitad etnólogos so pena de convertirnos en arqueólogos de la animalidad.

El gran odio hacia lo viviente

Una cosa son las matanzas y extinciones masivas dispuestas por la naturaleza sobre todo lo existente y algo muy diferente es el especiecidio humano en contra de los animales cercanos y lejanos.

 

 

 

 

 

 

 

 

La letanía de los animales que son los últimos representantes de su especie y que se hacen matar no es de ayer. En 1986, Daniel Simberloff había calculado que el 66% de las especies de plantas y el 69% de las especies de aves estarían extinguidas en 2000, habida cuenta del índice de deforestación.

El humano no solo es un depredador más allá de toda proporción. Mata en exceso y a tontas y a locas. Acusar a tal o cual civilización significa pasar por alto la cuestión. Esos comportamientos aparecen desde la prehistoria y los casos de maltratos gratuitos infligidos a los animales son poco menos que universales. La cultura occidental no hizo sino sumar algunas dimensiones inéditas a esta historia sórdida.

El Occidente cristiano (y las religiones del Libro en general) innova al mirar con desprecio el conjunto de la animalidad, de la que el hombre debe apartarse de la manera más radical posible. ¿No está escrito en la Biblia que el hombre debe someter a los otros animales?

Los animales catalogados de “nocivos” pueden ser eliminados sin miramientos, y si son nocivos, solo lo son, desde luego, en relación con la amenaza que representan para las culturas humanas, sin consideración por su lugar en los ecosistemas que ocupan.

Nuestra cultura ha inventado otro medio, aún más radical, de matar masivamente al animal. Es lo Lestel llama “masacres por negligencia”. Friedrich Nietzsche tuvo la intuición de este fenómeno. En “Humano, demasiado humano”, menciona la “crueldad del gesto maquinal”.

La artista y antropóloga Marion Laval-Jeantet fabricó un manto que armó sobre la base de pieles de animales matados por los autos, y cuyos cadáveres recogía en las carreteras. Y se transfundío plasma equino para abrir nuevas vidas de solidaridad con los animales.

La fotógrafa Mandy Barker hizo de la contaminación insidiosa de plásticos en los peces y otros animales marinos el tema rector de su trabajo: muestra así la diversidad de los pedazos de plástico hallados en el estómago de pájaros, al igual que la diversidad de su procedencia.

La civilización de la automatización es también la de la automatización de la muerte. Ya ni siquiera hace falta que queramos matar a los animales: nuestro modo de vida basta para hacerlos desaparecer sin esfuerzo. Se abren nuevos campos de estudio, como “extinction studies”, que se ocupan del fenómeno de la desaparición de las especies.

El transhumanismo escribe el último capítulo de esta historia de la infamia que es el rechazo del animal en la cultura occidental, porque simplemente este ya no tiene lugar en los futuros que el transhumano por venir se prepara, y nos prepara.

De aqui a saltar a la maquinización de todo no hay que dar sino un paso. Lo exploraremos en una próxima y corta entrada, antes de abrirnos a otras dimensiones de nuestra exploración sobre «nosotros somos los otros» (extraterrestres, animales, vegetales, maquinas).

Gracias Dominique Lestel por la invitación a profundizar en este recorrido y habernos regalado a nuevos compañeros de viaje como Christophe Boesch; Matthew Hall; Chris Herzfeld; Michael Marder; Natasha Myers; Irene Pepperberg; Joyce Poole; John Seed; Paul Shepard; Pat Shipman y Gordon Wasson entre tantos otros. E a nave del endendimiento va

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Un comentario

  1. coco coco

    Notar que James Goodal posiblemente sea Jane Goodal.

    Muy interesante artículo, pero humildemente creo haber leído (tal vez en Cómo Piensan los Bosques) que pueblos de alguna selva nuestramericana (no recuerdo qué país) solo matan animales para alimentarse, y saben que tranquilamente podría ser al revés.

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