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Sentir de menos

ciudad.jpgRichard Sennett, en su libro Carne y piedra, establece que las personas se han acostumbrado a sentir a través de los medios y que esto ha provocado «un embotamiento, una monotonía y esterilidad táctil». El consumo continuo y elevado de emociones simuladas provoca el «desafilo» de la sensibilidad humana, el cuerpo se mueve pasivamente y casi sin participación en la ciudad moderna. El éxito de los medios sensacionalistas, su gran sentido de la venta de las noticias, los reallity shows que muestran las sensaciones de otros pero que el cuerpo sufre como propias, las novelas trágicas, el cuerpo de la mujer desvalorado y puesto en el papel de cuerpo hermoso, la sensibilidad barata y despensada de los talk shows, el cine espectacular, y tantas otras formas de consumo de sensaciones modernas provocan el entumecimiento del cuerpo sensible. El hombre de la urbe exige un organismo que viva el goce individual y lejano al otro.


El autor analiza la idea de orden de la metrópolis que se expresa en este rechazo al roce, a partir de la falta de contacto con el otro. Considera fundamental la aparición del concepto de circulación para la historia de la ciudad y de cuerpo urbano. Fue Harvey quien descubrió que el cuerpo humano se mantenía vivo y revitalizaba por la circulación de la sangre bombeada a partir del corazón; y más tarde Adam Smith, quien instituye la misma lógica en el mercado, reconoce que la circulación de bienes y dinero es más provechosa que la posesión fija y estable.

Estas nuevas ideas surgieron a la par del capitalismo y de los planeamientos de urbanización de las grandes urbes, favoreciendo el individualismo. Sennett considera que al aumentar el poder de circular libremente por el espacio, el hombre de la ciudad disminuyó su capacidad de sentir, de reconocer, de interesarse por lugares y personas que lo rodean. El silencio de los transeúntes, la falta de saludo, el caminar mirando el suelo, la inmersión en pensamientos individuales cuando transitamos lugares públicos, la urgente necesidad de llegar al hogar para continuar en soledad con uno mismo.

La ciudad moderna es un organismo cuyo centro bombeador es la razón instrumental. La metrópolis cosmopolita es un universo centrípeto, no se mira mas allá que a su ombligo, no necesita de murallas, pues la propia razón las ha impuesto en el interior mismo de los hombres que la habitan. En un mismo lugar se come, se reza, se vive, se trabaja, se sueña, se duerme, se compra, se olvida y se reprime. Un mismo lugar donde no hay espacio para espíritus inquietos y tendencias heterogéneas. El tic tac del tiempo mecánico, que Mumford, Bataille y Heidegger describieron como homogéneo, veloz, racional y mercantil ha barrido con cualquier instancia de reflexión. Es un tiempo donde la existencia no dura, sino que se adecúa a los cuantos veloces del reloj. El hombre pierde la capacidad de pensarse a sí mismo, de crecer, de llegar a una edad madura y reflexiva.

La ciudad funciona como máquina, como empresa, como capital invertido, no puede dejar de producir y reproducir.

La atrofia de los sentidos y el entendimiento racional le permiten al hombre sobrevivir en la ciudad. Martínez Estrada afirmaría que la ciudad ha obligado al hombre a ocultar el verdadero sentir. Los cinco sentidos han quedado cancelados, ya no se ven colores, no se huelen flores, no se pisa sintiendo patria, no se palma a un amigo ni se disfruta de un buen manjar. Sólo se guía, se mueve, se transcurre, se circula, se corre y se alimenta al ritmo del paso urbano.

Publicado enVida Cotidiana

2 comentarios

  1. armando acuña armando acuña

    me gustaria tener mas informacion,sobre el texto de sennett carne y piedra para poder compartir estuios relacionados con el texto

  2. angela angela

    me gustaria saber si en venezuela hay el libro para comprarlo, pues me es muy`¥util para mi tesis

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