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El fracaso de la oficina sin paredes de Jay Chiat

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Los seres humanos estamos atravesados por el tiempo y somos incrustados en el espacio.

Todos somos herederos de nuestras lecturas de las épocas mozas. Para algunos fueron las novelas o las historias, para otros aventuras o crónicas científicas. Para quienes jugamos en una época a ser filósofos esas lecturas fundadoras estuvieron de la mano de los clásicos desde Aristóteles a Heidegger. Y entre los nombres propios con mucha resonancia siempre figura, obligadamente, nuestro amigo intelectual Immanuel Kant.

Aunque nunca me puse de acuerdo conmigo mismo para saber si la obra cumbre de Kant, la siempre comentada «Critica de la Razón Pura», es una novela, o un ensayo, un tratado o un delirio, cualquiera que la haya merodeado estará mas que al tanto de las preocupaciones del profesor Kant acerca de los fundamentos del conocimiento humano. Y recordará sin demasiado esfuerzo que una de las tesis centrales de la obra era la idea del tiempo y el espacio como formas puras de la sensibilidad.


Que aquí y ahora no importan demasiado salvo como recordatorio de que para el filosofo prusiano no habia acaecimiento alguno de la naturaleza que no tuviera lugar dentro de un marco temporal y espacial. Tanto el tiempo como el espacio antecedían a cualquier experiencia humana y si estas acaecen necesariamente deben inscribirse en su contexto.

No se asusten no divagaremos mas sobre estos bordes filosóficos pero se nos ocurrió recordar a Kant, porque fue uno de los pensadores que mas enfatizo la necesidad de estos marcos generales de la experiencia.

En el otro extremo experimentos muy sencillos y fáciles de reproducir por todos, revelan la importancia subjetiva que el tiempo y el espacio tienen en nuestra vida cotidiana. Desde la valoración diferencial de la lentitud y rapidez en el pasaje del tiempo, de acuerdo al tipo de actividades placenteras o displacenteras que estemos experimentando, hasta el curioso hecho de que en cualquier experiencia repetitiva donde haya que ocupar lugares fijos, natural y espontáneamente la gente tiende a ocupar siempre el que ocupo la primera vez, revelan algo acerca de las constantes del comportamiento y sobretodo acerca de lo natural que nos resulta a los humanos apropiarnos de ciertos espacios y de vivir determinados tiempos.

El fin del abandono del espacio, personal, ese largo sueño dogmático, ha terminado.

Hace ya varias decadas que una micro-disciplina antropológica, la proxémica (ver como texto fundacional «La dimensión oculta» de E.T.Hall) mostró en que medida el uso del espacio es un marcador antropológico de primera magnitud, y como su ignorancia lleva a problemas y conflictos en las relaciones transculturales, cuando no en las del propio endogrupo.

Los antecedentes eran demasiado evidentes como para que especialistas del diseño y publicistas de primer orden como Jay Chiat, uno de los mandamases de la famosa TBWA Chiat/Day, a cargo en su momento de la campaña de Apple «Think different«, pudiera hacerse el distraído y querer por arte de magia abolir el uso del espacio (personal) en las oficinas de su agencia. Y sin embargo lo hizo, y así le fue.

Después de menos de un año y medio de llevar a cabo una auténtica operación camboyana de abandono de las paredes de las oficinas, Chiat se dio por vencido, abandonó el increíble edificio en forma de binoculares diseñado por Frank Gehry en Los Angeles -lo mismo paso con la oficina en Nueva York diseñada por Gaetano Pesce. Chiat puede ahora decir -como lo hizo otro celebre filosofo Edmund Husserl al fin de su vida hablando de la fenomenologia- el fin del abandono del espacio, personal, ese largo sueño dogmático, ha terminado.

Chiat justo antes de que la Internet se pusiera de moda fue el primero en imaginar -y en poner en practica- oficinas virtuales. Como lo comentamos hace tiempo atrás, su objetivo había sido terminar con los cubiculos, con los espacios fijos, con las posesiones, con los signos y síntomas de la identidad y la personalidad. Cada empleado entraría a trabajar, buscaría su teléfono celular y su computadora portátil del día y, prescindiendo del papel o de cualquier otro anclaje, se pondría a trabajar.

Tanta fantasía junta atrapo el imaginario de los medios mas futuristas como en el New York Times quien llego a comparar sin demasiado precaución esta propuesta con los adelantados del empleo en la era de la información.

Poco le importo a los medios -que escribieron profusa y entusiastamente sobre este experimento al que erróneamente confundieron con una tendencia avanzada- que el resto de las agencias nunca se tomaran en serio la aventura de Chiat, y que al poco tiempo de inaugurado este carnaval llevara a luchas intestinas terribles e hiciera imposible que nadie pudiera sentarse en ningún lado.

Delirio o no es justificable que Chiat tuviera la idea de abolir las paredes. Después de todo fue su agencia la elegida -y quedara para siempre en la historia de la publicidad- para hacer el aviso «1984» de Apple.

El advenimiento de las oficinas virtuales

Molesto por la profusión de storyboards y maneras convencionales de trabajar, lo único que le interesaba eran la tecnología y la arquitectura -y con mucha razón.

Aparte de querer simular estar en la frontera, Chiat quería realmente anclarse en ese horizonte, y sabía que para capturar a los nuevos clientes -arduamente disputados por agencias cada vez mas agresivas y tecnológicamente alfabetizadas- necesitaba un tema estratégico por lo que la idea de oficina virtual le vino como anillo al dedo.

Su modelo de trabajo fueron supuestamente los campus universitarios, en donde mas alla de ir a clases y recopilar información, se podían hacer las tareas en cualquier espacio que se viniera la gana.

Con muy poco trabajo previo, sin prestarle demasiado atención a quienes dudaban mucho de la viabilidad de un proyecto que aboliría el espacio personal, Chiat (urgido entre otras cosas por problemas de financiamiento y deudas) siguió adelante con su delirio.

Quienes vivieron la experiencia cuentan lo extraño que era tener que munirse cada día de los elementos mínimos de trabajo (el celular, la computadora personal), y no tener la menor idea de hacia donde dirigirse para empezar a trabajar. Por eso los únicos espacios cerrados (las aulas de proyectos) diseñados para los clientes o para grupos de empleados trabajando en un proyecto particular, se convirtieron en los rehenes de turno y dieron lugar a peleas desopilantes entre quienes buscaban hacer cabeza de playa en los ansiados reductos.

«Se prohibe hacer nidos»

Chiat sabia que esto iba a pasar y por ello (con típica actitud del Khmer Rouge) había explícitamente prohibido hacer nidos (ocupar dos días seguidos el mismo espacio), y él mismo se encargaba de hacer las veces de policía espacial desplazando a los irreductibles que querían convertir a los espacios públicos en espacios personales.

El minimalismo que Chiat le imponia a sus empleados, era su marca en el orillo, y quienes lo conocen saben que sus lugares de trabajo, pero sobretodo su propia casa, son absolutamente MODELESS, es decir no hay ninguna demostración de intereses particulares o de preferencias por ningún tipo de objetos.

Por ello mismo era un crimen de lesa majestad dejar cosas en las salas de proyectos, en las mesas al aire libre o en cualquier lado. Pero como los lockers donde los empleados guardaban sus pertenencias personales eran ultra chicos, el excedente desbordaba cualquier restricción estética.

Como en una película la gente empezó a cargar con grandes cantidades de carpetas, libros y papeles a cuestas. Tambien empezó a esconder sus micropertenencias en rincones. El sistema de distribución de materiales de cada mañana colapso, porque el equipamiento era menor que la cantidad de empleados, ya que Chiat nunca había imaginado que todos trabajarían al mismo tiempo y harían increíbles colas para ser los primeros en agenciarse de las fuerzas de producción.

Los que vivían mas cerca sacaban el equipo a las 6, lo escondían y dormitaban dos horas mas. Los jefes mandaban a sus empleados a hacer la cola a las 6 y les pedían esconderlo en algún rincón hasta que ellos llegaran.

Lo que paso en las oficinas de Nueva York fue todavía mas curioso, desde la sustancia que pegaban los papeles a las mesas, hasta las sillas saltarinas que ponían en peligro la cara oculta de las minifaldas de las secretarias, todo parecía diseñado contra el confort de los empleados.

Obvio, las revistas estaban mas que contentas con esta Disneylandia, y los tours (especialmente de los turistas japoneses) se sucedían sin solución de continuidad.

La rebelión de los días libres

Chiat seguía obsesionado con retirar toda muestra de papel de cualquier pared, hasta que los empleados empezaron a decir basta y como no tenían ningún lugar donde esconderse, lo que empezaron a hacer fue a tomarse el día libre.

Ademas nadie encontraba a nadie en la propia e inmensa oficina de Nueva York. Hubo gente que se invento reglas de (des)-encuentro, si después de hacer tours larguisimos durante tres veces seguidas por los 10.000 m2 del edificio no hacia contacto con su partner, se iba a su casa.

A los 6 meses se produjo el hecho mas importante de esta historia. Demasiado pronto para tantas aspiraciones de abolir el espacio personal. La contra-revolucion de los empleados que cual kantianos empedernidos empezaron a inventarse espacios personales. Muchos usaban los baúles de sus coches como armarios. Algunos ejecutivos invadieron oficinas y las mantuvieron como rehenes hasta que los despidieran. La gente empezó a no devolver las computadoras y teléfonos cada noche y los guardaban en sus lockers. Algunos mas osados trajeron algunos escritorios. Después llegaron las computadoras de mesa.

No había pasado un año y el experimento hacia agua por todos lados. Remedando esas increíbles afirmaciones de Martinez de Hoz según la cual los argentinos (lamentablemente) no éramos coreanos, o la de Pugliese según la cual les había hablado a los empresarios con el corazón, pero estos le habían contestado con el bolsillo, Chiat insistiría en que el síndrome de pánico de la gente por la perdida del espacio personal era mas que exagerado.

Pero ya nada importaba demasiado porque Chiat -presto a retirarse- había vendido su agencia a Omnicom, que a su vez había comprado a la agencia TBWA (Famosa por su campaña de Vodka Absolut).

El retorno de lo reprimido: volvieorn las oficinas con puertas y ventanas

El tercer paso de esta comedia de errores no tardo en producirse cuando se produjo la fusión entre los de Chiat que por un rato defendieron su absurda encarnacion de la oficina virtual -que habian execrado hasta el dia anterior- contra los recien llegados.

Pero esta etapa tampoco duro mucho y lo que quedaba de la locura fue liquidado por el mandamas de TBWA que ordeno que en ese edificio sin paredes a el le hicieran una oficina cerrada. Chiat que se había quedado de consultor se fue del edificio y nunca mas lo volvió a pisar. Los igualitarias habían perdido definitivamente la partida.

Como siempre pasa con las ideas fracasadas los que se ríen de ellas insisten en que fueron un excelente ejemplo de suboptimizacion, la mejor manera de llevar a cabo una muy mala idea.

La agencia fue después rediseñada por entero usando una combinación de esquemas tradicionales y espíritu de Disney en Playa del Rey, California. Pero el motto que presidió entonces su arquitectura es totalmente distinto al pregonado por Chiat. Porque mientras que este defendía la leyenda «Hágase cargo de su proyecto y vaya a hacerlo donde sea», el actual es mas bien «Quédese un poquito, quédese toda la noche. Quédese a vivir aquí!»

Aunque hubo otros intentos de desarrollar oficinas sin muros (Fallon McElligott; Mad Dogs & Englishment) todos fracasaron. Entre las consecuencias que acarroa esta situación -sostuvo Warren Berger quien escribió una larguisima nota en la Wired de Febrero de 1999 sobre el tema- está la de dejar de fantasear con que el mejor lugar para trabajar es la playa y la arena, las palmeras y los cocoteros.

La unica realidad son las emociones

Mas interesante -porque nos devuelve de lleno a la noción de organizaciones como sistemas cognitivos y redes de conversaciones- el fracaso de la oficina sin paredes revela que los lazos que constituyen la estopa de la que estan hechas las empresas son mucho mas sutiles que los e-mails o las comunidades virtuales. Después de todo seguimos siendo cavernícolasa atravesados por pulsiones y emociones.

Chiat aprendió bastante aunque no lo suficiente. Sigue insistiendo en que la lógica de lo virtual es mas que bienvenida, pero que solo ahora se da cuenta de que la única realidad son las emociones. Pero para el lo único privado siguen siendo las mentes (individuales) con lo que ignora el dictum batesoniano que es el abc organizacional, «los limites de mi cuerpo no son los limites de mi mente«.

Así como la experiencia camboyana (eliminación de las ciudades, del dinero y del excedente) termino en una contrarrevolucion casi tan feroz como la revolución que el Khmer Rouge quiso imponer, aquí si bien con víctimas de otro orden y naturaleza paso lo mismo.

De acuerdo la organización son las emociones y el espacio personal es constitutivo de las experiencias afectivas, pero en algún recóndito rincón, ¿no habrá tendo Jay Chiat algo de razon? ¿No se tratará de un profeta traicionado?

Fuentes

Una entreista iluminadora con Jay Chiat (¿o oscurecedora?)

Berger, Warren Lost in Space It was a bold experiment in creating the office of the future. There were no offices, no desks, no personal equipment. And no survivors.

Gladwell, Malcolm Why your bosses want to turn your new office into Greenwich Village.

The furnitureless office

Lo que se pretendio/Lo que se logro

La historia de Jay Chiat

Recuerdos de Jay Chiat

Publicado enVida Cotidiana

Un comentario

  1. Anónimo Anónimo

    quiero una imagen de oficinas futuristas

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