No hay mal que dure mas de 40 años
Paso por enésima vez, fue delante de todos, la única novedad para los que vivimos en el Sur, fue que ocurrió durante el verano, justo cuando en nuestros hemisferios no pasa absolutamente nada, pero la magnitud y el peso de lo que se está jugando, porque la cosa recién empieza y nadie sabe adonde va a parar, es tan enorme, mientras que la evaluación, y la valoración sigue yendo por la escalera cuando la magnitud de lo ocurrido va por el ascensor.
Nos referimos obviamente a la conmoción que está pulverizando las certezas de que el mundo árabe continuaría cebado en una temporalidad ajena a la nuestra y de que inesperadamente -como siempre ocurre lo que nos importa-, la zanahoria de la democracia -que generalmente se practica en modalidad formal en nuestros países- podía usarse para enmendarla la plana a los tiranozuelos -generalmente tolerados o auspiciados por USA- y para graduarles la asistencia técnica, o los dólares que permitirían mantenerlos ya sea como buffers o como garantes de la paz con Israel.
Como fue el caso de Hosni Mubarak en Egipto, durante 32 años, pero sobretodo como fuente de financiamiento energético como es el caso de Arabia Saudita, probablemente lejos aun de ser la ultima pieza del domino y qué decir de Libia cuando el 90% de su petróleo termina (o terminaba) en Europa. Pero con la velocidad y capacidad destructiva que están teniendo la militancia y el activismo espontáneo en los países arabes parece que no hay sultán o príncipe, ni autócrata por mas ilustrado o sanguinario que sea, que esté exento del fantasma del exilio, el suicidio o el escarnio público y popular.